Etapa 1 (26/06) y 2 (27/06): Emoción y caos en la Bretaña
Las dos primeras etapas del Tour de Francia se han saldado con un fin de semana plagado de emociones y sobresaltos. La alegría de poder volver a ver público en las cunetas estuvo en suspense durante unos minutos a causa de una imprudencia inaceptable de una espectadora en la primera etapa que, por mostrar una pancarta a la cámara de televisión, provocó una caída descomunal con graves consecuencias. La peor: el abandono de Marc Soler por roturas óseas en los dos brazos.
Sin duda, esta montonera ha hecho saltar la alarmas sobre el comportamiento del publico y si los responsables de las carreras, o la propia UCI, deberían revisar los protocolos de acceso. Si hace unos años se decidió vallar el último kilómetro de cada carrera como medida de protección, ¿debería hacerse lo mismo en algunos tramos de las carreras? La respuesta no es sencilla, ya que alejar a los aficionados de los ciclistas puede ser letal para un deporte en el que acceso a los corredores es cada vez más limitado, pero sí que deberían aplicarse medidas sancionadoras para los imprudentes y acompañarlas de nuevas campañas de concienciación.
Esa caída numerosa, sumada a la segunda que tuvo lugar algunos kilómetros más adelante, ahogó el júbilo por el reencuentro con el ciclismo que supone siempre la primera etapa del Tour. El sábado, además, habían otros motivos de alegría, como el permiso a última hora que obtuvo el Alpecin-Fenix, equipo de Mathieu van der Poel, para vestir en la etapa el maillot dedicado a Raymond Poulidor con los colores del antiguo equipo Mercier.
El holandés, nieto de Pou Pou, no pudo ganar la etapa —se la llevó Julián Alaphilippe—, pero no ha tardado ni un día en conseguirlo para rendirle homenaje. Hoy domingo, ha atacado en la empinada llegada al Mûr-de-Bretagne para lograra la victoria y el maillot amarillo gracias a la bonificaciones. En esa victoria se concentraban muchas primeras veces: era su primera participación en un Tour de Francia, su primer triunfo en la ronda gala y su primer maillot amarillo, algo que su abuelo, a pesar de que subió hasta en ocho ocasiones al podio del Tour de Francia, nunca consiguió. Normal que no pudiera ni hablar de la emoción ni controlar el llanto tras la etapa.
Ver a Van der Poel llorar desconsolado nos atrapa como espectadores porque nos seducen las emociones ajenas, porque nos gusta humanizar a nuestros héroes deportivos. Por momentos como este vemos, leemos y vivimos el deporte. Forma parte del juego. Sin embargo, siempre es bueno recordar que, a pesar de que los ciclistas aceptan salir en televisión y desnudarse ante ella, hay un límite en la que la privacidad debe ser respetada y que, detrás de lo que vemos, hay un realizador que decide si pinchar o no aquella cámara. La televisión también juega a ese juego.
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