En 2004, junto con Luke Scheybeler, fundó Rapha, la marca de ropa y complementos ciclistas que se ha convertido en un referente mundial en los últimos años. Simon Mottram lleva diecisiete años al mando de esta empresa que ha colaborado con el diseñador Paul Smith en una edición limitada de productos propios, ha creado un club ciclista de ámbito internacional, ha impulsado la revista Rouleur, ha vestido al Team Sky y al Team Wiggins y es copropietario de los equipos continentales Rapha Condor y Rapha Focus.
La marca se inspiró en la tipografía y el estilo de los años sesenta y setenta, en la cultura y la moda del ciclismo de aquella época, y se integró en la mitología de este deporte en un momento en el que el ciclismo comenzó su gran resurgimiento en el Reino Unido a mediados de la década de los años 2000. En gran medida, se inspiró en el conjunto Rapha-Géminiani, un equipo ciclista de los años sesenta apoyado por la bebida francesa de aperitivo Saint Raphaël.
Su gran pasión por la historia del deporte en general, y del ciclismo en particular, le llevó a indagar sobre la figura de Brian Robinson, el primer británico en lograr una victoria en el Tour de Francia. Aquel corredor, prácticamente olvidado, militaba en las filas del equipo patrocinado por Saint Raphaël y cuando tuvo la primera idea sobre el proyecto de Rapha decidió visitarlo —cuando hacía años que nadie lo hacía— para conocer de primera mano el interior de aquella escuadra. Cuidar estos detalles y tratar de transmitir el ciclismo en su esencia han sido una de las claves del éxito de esta marca de ropa deportiva.
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Del mismo modo, Simon Mottram siempre ha insistido en que Rapha era un proyecto basado en los valores de la pasión por el ciclismo y con la intención de aportar al crecimiento del deporte, más allá de tratar de conseguir un aumento de los beneficios. Ser una especie de nexo de unión para conectar a la gente con el ciclismo, mostrando una cara diferente o novedosa y elevando su calidad e importancia de manera paulatina.
En seguida hablaremos de Rapha pero antes quiero preguntarte si te acuerdas de tu primera bicicleta…
Sí, sí que me acuerdo porque es salgo que suelen preguntarme y, además, es una de esas imágenes muy gráficas que constantemente tengo en la cabeza. Era una Colton roja de tres machas. Yo tenía ocho o nueve años aunque seguramente cuando tenía cuatro o cinco tuve otra bicicleta con la que aprendí a pedalear. Y cuando aprendes a ir en bicicleta en Sheffield, que es donde crecí… Bueno, Sheffield está lleno de colinas, de hecho está construida sobre siete colinas como la ciudad de Roma pero la similitud con la capital italiana termina ahí —risas—. Recuerdo a mi padre aguantándome del sillín para después dejarme ir. El asfalto era muy duro así que ¡también tenías que aprender a utilizar los frenos!
¿Fue entonces cuando empezaste a apasionarte por el ciclismo?
La verdad es que no. Mi pasión comenzó hacia el año 1982, cuando el Tour de Francia empezó a retransmitirse en la televisión británica como dios manda a través del Channel 4. En el 82 era cuando empezaba Hinault, Fignon era de otra época, y ya me enamoré de todo aquello. Cada día veía el Tour durante una hora y media o incluso más cuando hacían retransmisiones más largas. Ahí es cuando realmente me enamoré del ciclismo. En aquel momento tenía dieciséis años así que fue como un amor típico de esa edad que hizo que también me interesara mucho cómo fan. Y aunque a esa edad ya iba mucho en bicicleta no fue hasta que cumplí los veinte que empecé a rodar en serio.
Ahora ya sí, centrémonos en Rapha, ¿la consideras como parte de la revolución del ciclismo en Reino Unido?
Sinceramente no, aunque sé que Rapha ha formado parte de esa revolución. Pero de algún modo no me siento parte de ello porque todavía nos sentimos como unos outsiders. Quizá porque nuestra mirada va más allá y mi mentalidad siempre ha sido global; nunca sentí ni consideré que fuésemos una empresa británica. Sí, yo soy de Yorkshire pero también soy de Londres y soy europeo y el ciclismo para mí no es algo que sea del Reino Unido, afortunadamente es un deporte internacional, de hecho es más español, francés o italiano que británico. Así que Rapha no tenía que identificarse con el ciclismo inglés. Además, estamos en Londres que no tiene nada que ver con el resto del Reino Unido.
¿Y cómo se vive desde Londres el mundo de ciclismo?
Hace unos años solía decir que Londres era el centro del mundo del ciclismo. Porque de hecho lo era, al menos hace unos cinco años, aunque ya no estoy seguro de que lo siga siendo. Y lo fue, en parte, gracias al resurgir de, por ejemplo, el Team sky. Pero también la escena de las bicis fixies estaba en Londres, teníamos la creatividad y un público enorme. Así que tenemos el estilo y la cultura, y esa parte más deportiva que se venía manifestando. La revista Rouleur empezó aquí, nosotros la empezamos y todavía sigue aquí. Las ferias más interesantes de ciclismo también empezaron aquí y han conseguido ser las más atractivas, todas las marcas de bicicletas fixies tienen su base en Londres... Era el sitio donde se tenía que estar aunque ya no sé si es tanto así. Pero aún así, creo que Londres tiene un papel muy significativo dentro de la cultura ciclista.
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¿De qué manera esa diversidad, desde el mundo de las fixies hasta el mundo del ciclismo de carretera, se relaciona con la historia del deporte y de qué manera esa diversidad ha influido en el nacimiento de una marca como Rapha?
Cuando empezamos quizás no había tantas referencias ni influencias. Pero aun así, de haber vivido en una pequeña ciudad del norte de Inglaterra, Rapha no hubiera nacido porque sale en medio de un contexto cultural muy fuerte desde el punto de vista del diseño. Creo que es más una marca urbana e internacional que no algo relacionado solamente con la competición. Además todo el talento que podemos conseguir y toda la red de colaboradores están aquí, es en Londres donde conozco a fotógrafos y directores de arte. Así que tienes a tu disposición esta concentración de gente y recursos. Londres es un gran melting pot, una suma y mezcla de culturas. Y si tú partes de eso y le añades de alguna forma la pasión por la historia del deporte y esa forma tan determinada de amor hacia el mundo de la competición y su historia en un contexto europeo, obtienes la explicación de porqué Rapha ha nacido aquí.
¿Rapha ocupó ese vacío en el mundo del diseño?
Sí, tienes razón, es verdad. Nosotros también editamos y publicamos libros, que como sabes también están dedicados al deporte y normalmente tratan sobre su historia. Y el otro día bromeábamos en la oficina porque queríamos hacer algo sobre productos y explicar el origen de esos productos, adentrarnos en su interior, cosa que tiene que ver con el diseño y la estética. Y alguien hizo la puntualización de que cuando revisas los años 50 y 60, que fueron las décadas gloriosas de este deporte, todo el mundo en aquellos tiempos tenía un aspecto con mucho estilo, como por ejemplo Tom Simpson, Jacques Anquetil, Fausto Coppi… Pero, ¿tenían realmente estilo para su época? Y te das cuenta que todo tenía un punto un poco triste, eran gente un poco conservadora.
¿Qué parte de ese cambio ha sido gracias a Rapha?
Creo que Rapha tiene una gran parte de responsabilidad en eso. Era algo que ya se preveía y que tenía que pasar, algo que comentaba con muchísima gente hacia el año 2002 y 2003. Muchos decíamos que tenía que haber una manera mejor de hacerlo y creo que me involucré, me decidí para conseguirlo en el momento justo. Y el hecho de que fuéramos los primeros, de alguna forma hizo que marcáramos la tendencia. Y además lo hicimos de una manera muy intensa, no para ganar algo de dinero sino porque nos encantaba la idea y fuimos a por todas. Si no lo hubiéramos hecho así no hubiera tenido este impacto tan grande.
En 2018 Rapha fue comprada por la empresa Walmart. ¿Fue difícil venderla?
Mucho, mucho. De algún modo, crearla fue la cosa más sencilla del mundo si es tu pasión y tienes algo de experiencia y un poco de pericia. Durante una década, Rapha para mí era mañana, tarde y noche. Trabajar con nuevas ideas y formar parte de ello no era difícil, lo más complicado era construir el negocio, hacerlo sin dinero y construir esa masa de clientes partiendo de la nada. Tuvimos que trabajar muy duro y recibimos muchísimas críticas, esa fue la parte más dura. Luego hicimos algo de dinero y la compañía fue creciendo poco a poco. Pero la idea inicial de Rapha era como construir un sueño. Ahora, al final, cada día hago lo que me gusta y, además, voy en bici constantemente. ¿Quién puede decir eso? Creo que eso es ser afortunado, ¿verdad?
¡Cierto! ¿Cómo crees que la gente en general percibe el ciclismo en estos momentos?
Creo que tenemos un problema. Y eso que, en general, el ciclismo está un poco más aceptado pero sigue siendo un deporte bastante irrelevante. Por una parte, dentro del deporte ha habido desarrollo y progreso y, aunque sabemos que en el deporte profesional hay problemas, podemos hablar de ello. Pero por otra parte, el mundo de la industria no ha crecido, ahora mismo cualquier ciclista tiene a su disposición bicis increíbles, muchísimos productos, muchas marcas de ropa pero si miras dentro de la industria, es un sector estancado y creo que mucha gente se centra en conseguir una parte de ese mercado más que hacerlo crecer. Y la misión de Rapha es construir nuevos mercados, eso es lo que hacemos y a veces es molesto porque hay muchos que se apuntan al carro y se aprovechan de eso con productos mucho más baratos y hacen dinero más rápido. Pero en el fondo no están ampliando el mercado. Nuestro trabajo es llegar cada vez a más gente.
¿Cuáles serían los beneficios en caso de que el mercado del ciclismo creciera?
No es tan sencillo y obvio. En nuestro caso no hablamos tanto de la competición sino del hecho de ir en bicicleta. Y esa sensación te atrapa tanto, es tan cautivadora, aporta tanto a nuestras vidas... Y algo que te da eso resulta ser un producto perfecto aunque, en realidad, es tan solo una parte muy pequeña de lo que el ciclismo puede hacer para la sociedad ya que además puede ayudar a la movilidad, a la mejora de la salud de la población, a la congestión del tráfico, a solucionar problemáticas medioambientales... Y en relación al valor y el coste, el ciclismo tiene muchas formas de hacer que el mundo sea un mejor lugar. No hay discusión alguna. Creo que mucha gente ha entendido eso, pero tenemos que conseguir que este mensaje llegue a mucha más gente.
Dices que en el mundo de la competición hay mucho trabajo por hacer y hay muchas cosas que mejorar. Según mi punto de vista la competición es la que está marcando ahora a las tendencias. Todo el mundo mira las carreras antes de lanzarse a montar en bicicleta.
No, tendría que ser así pero en realidad eso no pasa.
Ah, no ¿por qué crees que no?
Creo que la competición hace años que no consigue eso. Las audiencias del Tour de Francia del año pasado [N. del. E.: 2019] bajaron un 7%. La gente no mira el ciclismo por la tele y piensa “oh, yo también quiero hacer eso”. Supongo que algunos jóvenes sí que lo ven así, pero creo que no es la manera de conseguir que la gente se involucre en el ciclismo. Hay mucha gente que lo único que quieren es ponerse en forma o, simplemente, evitar quedarse atrapado en una retención de tráfico. Hay motivos mucho más prácticos que hacen que se unan al ciclismo. Y el deporte debería ser este gran escaparate, como creo que sí lo era en el pasado. Pero ya no tenemos aquellos héroes increíbles que podían inspirar a la gente para hacer ciclismo y debería haberlos porque el deporte es la expresión definitiva de lo que ir en bicicleta debería significar. Ahora mismo el ciclismo se ha convertido en algo como muy técnico que la gente no entiende.
Puedes leer el artículo completo originalmente publicado en VOLATA #18