Reconocer las caras, integrarlas en nuestro imaginario, reflejarnos en ellas. Con eso se construye nuestro lugar en el mundo. Por eso es tan importante el cine, el arte, la fotografía.. Porque nos sirven de espejo. También el deporte. En todos esos personajes que nos atraen, a los que vemos luchar y esforzarse, nos encontramos con quienes queremos ser y descubrimos cómo queremos ser. La actitud de aquel, la perseverancia de aquella, la precisión del otro. Picoteamos de aquí y de allá para definirnos.
Una carrera como el Tour de Francia engloba todos estos procesos. Por eso era tan importante que se pudiera celebrar de nuevo, tras treces años de ausencia. La maquinaria mediática que conlleva, está suponiendo una revolución que está logrando que el ciclismo femenino empiece a ser reconocible, para el que ya lo seguíamos y para el que todavía no.
Porque con el reconocimiento, llega el seguimiento, llega el público, llega la necesidad de saber más, de ver más, de vivir más el ciclismo desde todos los puntos de vista. Y eso es alimento para nuestras inquietudes y nuestras esperanzas; es un revulsivo para nuestros miedos y nuestros prejuicios, y es el motor de nuestros sueños. ¿Cuántas veces nos posicionamos emocionalmente mientras vemos un partido de fútbol? ¿Y en una etapa de una gran vuelta o de una carrera ciclista de un día? Diría que muchísimas. Admiramos, despreciamos, nos enfadamos, nos entristecemos y nos alegramos. Que podamos experimentar todo esto también con el deporte femenino, supone la consolidación de ese reconocimiento, de ese reflejo mutuo en las ciclistas.
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Decía la corredora del BikeExchange Ane Santesteban en Twitter antes de empezar el Tour: "Mas allá del resultado, ojalá sirva para inspirar a muchas niñas y que sueñen con poder estar un día corriendo el Tour de Francia".
Llevamos ya tres etapas transcurridas, y ese "ojalá" se ha transformado en un una afirmación rotunda. Sí, más allá del resultado, servirá para ser espejo de ilusiones y de aspiraciones, pero no solamente para las jóvenes generaciones, sino también para las que ya no lo somos tanto y hasta ahora no habíamos tenido la oportunidad de tener ese mismo alimento para nuestros sueños, y con esa misma intensidad.
Las de todavía recordamos ver fotos de Joane Somarriba ganar aquellos Tour de Francia a principios de los 2000—que no retransmisiones por televisión, porque no había—, ya no podremos correr el Tour de Francia por una cuestión de edad, pero sí que podemos reconocernos igualmente en las ciclistas actuales y disfrutar de su entrega y compromiso para inspirarnos en muchas otras luchas. Y soñar, soñar mucho. La necesidad de referentes no se agota nunca.