Es el maillot que la memoria colectiva relaciona con Sagan, Freire, Olano, Merckx y Armstrong (anulados sus siete Tours, el mundial de 1993 es el gran hito en la carrera del americano). Se trata de una prenda que va camino del centenario, ya que la Unión Ciclista Internacional (UCI) la estrenó en 1927. Debutó en la ciudad de Nürburgring, en Alemania, y el primero en enfundárselo fue el italiano Alfredo Binda, maestro de Gino Bartali, que lo acabaría vistiendo un par de veces más, en los años 1930 y 1932.
Sobre el impoluto blanco, a la altura del pecho, lucen cinco bandas con los colores azul, rojo, negro, amarillo y verde. A poco que observemos el cielo nos daremos cuenta de que, en realidad y pese a su nombre, no tiene mucho que ver con el arcoíris de verdad. El maillot de campeón del mundo se inspiró en los aros olímpicos que, a su vez, representan a los cinco continentes del planeta. La UCI es la propietaria del maillot y de su diseño y, realmente, es muy estricta en lo que a esta prenda se refiere. Hay un reglamento entero dedicado a detallar como y cuando debe utilizarse. A modo de resumen, tiene que lucirse siempre que se trate de pruebas oficiales de la misma disciplina dentro del año natural del campeonato. Eso sí, aviso a navegantes: los errores se pagan caros. Incumplir el reglamento de la UCI en lo que al maillot arcoíris se refiere puede comportar multas que van de los 2.500 a los 5.000 francos suizos. Cosa seria.
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Alfredo Binda (Imagen: Offside)
Donde se conocen el reglamento de la UCI y las especificaciones del maillot arcobaleno de pe a pa es en Lallio, un pequeño pueblo de la Lombardía italiana. No llega ni a los cinco mil habitantes, pero es la sede de uno de los mayores fabricantes de ropa ciclista del mundo entero: Santini, que desde 1965, se dedican por completo a los maillots, culottes y demás prendas y complementos relacionados con la bicicleta, y desde 1988 que, además, se convirtieron en los fabricantes del maillot más bello del mundo, un auténtico best-seller para la compañía
Proceso de fabricación de la "maglia arcobaleno" en las instalaciones de Santini (Imagen: archivo Santini)
La maldición del arc-en-ciel
Cuenta la leyenda que vestirse el rainbow jersey no es la mejor inversión en la carrera de un ciclista. Trae mala suerte. O eso dicen... También están los que opinan que la explicación es bien sencilla: pasarse el invierno de promo y sesiones de fotos, en lugar de descansar y preparar con tranquilidad la siguiente temporada, tiene sus consecuencias. El arcoíris pone al ciclista que lo luce bajo los focos, eso seguro, y de ahí que se puedan recopilar diferentes casos y ejemplos del gafe que comporta.
El inglés Tom Simpson, tristemente famoso por su muerte en el Mont Ventoux, fue campeón del mundo en 1965. Meses después se rompió una pierna esquiando y se pasó todo un año en blanco. Cinco años después, en 1970, el arcoíris fue conquistado por el belga Jean-Pierre Monseré, el ciclista más joven que lo conseguía hasta entonces. La suya es una historia para no dormir.
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Murió tres meses después vestido con el maillot de campeón del mundo atropellado por un coche mientras disputaba una carrera en Bélgica. Cinco años después, su hijo también murió atropellado por un coche mientras montaba en bicicleta. Vestía el maillot arcoíris que le habían regalado en su primera comunión. La tragedia del apellido Monseré, como una maldición, es una de las historias más presentes en la memoria ciclista belga. Prueba de ello es la ampla sección que el renovado Museo del Ciclismo Koers, en Roeselare (Bélgica), dedicada al corredor precisamente nacido en esa localidad flamenca.
Detalle del montaje dedicado a Jean-Pierre Monseré en el museo del ciclismo Koers (Bélgica) (Imagen: Olga Àbalos)
Stephen Roche también ensanchó su leyenda negra. El irlandés protagonizó un 1987 de ensueño, con victorias en la general del Tour y del Giro. Lo remató con el mundial y meses después se lesionó en la rodilla y se pasó un año entero en blanco. Casos y ejemplos hay muchos más: el belga Rudy Dhaenens, los franceses Luc Leblanc y Laurent Brochard, el vasco Igor Astarloa, el portugués Rui Costa, el italiano Ballan o, más recientemente, el gran Philippe Gilbert que, con un palmarés envidiable, solo pudo celebrar una única victoria en su año de arcoíris.
También Alejandro Valverde experimentó lo que supone vestir el arcoíris en la temporada 2019, en la que coleccionó segundos y terceros puestos, a pesar de que se proclamó Campeón de España y ganó una etapa en la Vuelta. El último en vestir el maillot arcobaleno, el francés Julien Alaphilippe, consiguió, sin embargo, romper el maleficio con victorias en etapas del Tour de Francia y Tirreno-Adriático, la Flecha Balona, y una actitud competitiva y luchadora a la largo de la temporada 2021.
Sea como fuere, el maillot de las franjas de colores sigue siendo objeto de deseo para cientos y cientos de ciclistas cada año. Ya sean hombres o mujeres, fondistas, contrarrelojistas, pistards o trialeros. Y es que se trata, sin duda, del maillot más bello del mundo.
Imagen cabecera: PhotoGomezSport/ASO