*Banda Sonora: Fuerza Nueva (Niño de Elche + Los Planetas) – El novio de la muerte
Hace falta tener cuajo para plantarse en la marina sur de Valencia a cantar himnos de La Legión como El novio de la muerte o reinterpretar Els Segadors (versión obreros de Seat) ante un público tan curioso como ávido de bailoteo veraniego. Y más, bajo el nombre de Fuerza Nueva, el desaparecido partido político de extrema derecha. Sin embargo, eso fue precisamente lo que hicieron el pasado jueves Niño de Elche y los Planetas, en un atrevido proyecto escénico común que ha provocado un considerable revuelo. ¿Cómo se atreven? Pues se atreven. En el nombre del arte, del espectáculo o de la provocación, se atreven. Y es digno de escuchar y de ver. ¿Necesitan, acaso, mayor motivo?
El mundo está lleno de descarados, algunos con más gracia que otros. También abundan en el ciclismo, por mucho que los más nostálgicos aborrezcan de los pinganillos y echen menos el desparpajo de leyendas como Eddy Merckx, Luis Ocaña, Gino Bartali, Marco Pantani o Alberto Contador. Gritan “presente” en el Tour, que este lunes celebra su tercera etapa entre la ventosa Lorient y Pontivy.
Son jóvenes, aunque sobradamente preparados, como el ganador de la jornada dominical, Mathieu Van Der Poel o el campeón del año pasado, Tadej Pogacar, que parecen haber nacido aprendidos, por mucho que Enric Mas defienda en El País que “hace falta conocer el Tour para ganarlo”.
Van Der Poel robó titulares el domingo con su victoria-homenaje al abuelo, Raymond Poulidor, pero da la impresión de que el prodigio neerlandés lo hizo con permiso de Pogacar, el esloveno tranquilo que mide sus fuerzas con la sabiduría de un veterano. Así se impuso en 2020 a su compatriota, Primoz Roglic, contando cada segundo hasta el penúltimo día, sin posibilidad de réplica. Ambos siguen figurando como favoritos en 2021. El segundo, más experimentado, cuenta treinta y un años y explica que, aunque se lleve bien con su principal rival, de veintidós, “tampoco estoy como para salir con él”. Mas solo tiene veintiséis, pero ya no es ningún novato en términos ciclistas y sabe del peso que arrastran las agujas del reloj.
A ciertas edades, pocas veces nos sentimos más ridículos como al tropezar y caer de morros. Algo parecido le ocurre, recorridos unos 50 kilómetros del trazado, a Geraint Thomas, derribado por el efecto afilador y lastimado en el hombro, aparentemente dislocado. Mal arranque para el supuesto jefe del Ineos en la carrera, dominada en estos primeros días por accidentes de lo más variopinto, llevándose la palma el provocado por una (no) espectadora en la jornada inaugural. El peligro de una foto a pie de carretera, de una puesta en escena musical o de una maniobra en una llegada al esprint conlleva consecuencias como las que vuelven a marcar hoy un Tour aparentemente maldito.
También en la tercera fecha, cuesta contabilizar los incidentes: tras Thomas, es Roglic quien muerde el polvo, patinando a 10 kilómetros de la meta, y luce en su frenética remontada el culotte rasgado —desde el pisotón del Cholo Simeone a Julen Guerrero no recuerdo un muslo más maltrecho—, luego es Pogacar quien derrapa en una curva angosta y pierde también unos preciosos segundos, y finalmente se estampa en la llegada un ambicioso Caleb Ewan, arrastrando consigo a Peter Sagan mientras crujen ambos de dolor y Tim Merlier cruza la línea el primero, pidiendo silencio. Sin riesgo no hay paraíso, pensaría Ewan al buscar el hueco interior a falta de 100 metros, y bien lo sabe el territorial Sagan, tantas veces defensor de su espacio, víctima en esta ocasión de la desmesurada ambición del Rocket Pocket.
“Soy un hombre a quien la suerte hirió con zarpa de fiera”, canta sin tapujos Niño de Elche, en su afán —se supone— por desactivar el mensaje militar. Mientras, el parte desde el frente en Pontivy depara no pocas novedades en la clasificación general, donde se mantiene líder Van Der Poel, seguido de Julian Alaphilippe, siendo el gran beneficiado Richard Carapaz, ahora tercero a 31 segundos, con ocho de ventaja sobre Pogacar, 36 respecto a su compañero Thomas y a más de un minuto de Roglic. No toma prisioneros este Tour y no hay mayor condenado que Simon Yates, a 7’22’’ del maillot amarillo sin haber cruzado siquiera el ecuador de la primera semana. Poco que perder le queda al británico en una carrera más imprevisible que nunca, que reparte mandobles sin miramientos, tanto a la fuerza nueva del pelotón como al sargento más curtido. O mucho que ganar, según se mire. Cuestión de cuajo, será.