Tras ganar el Tour de Francia de 1989 por escasos segundos, un periodista preguntó a Greg LeMond sobre qué supuso usar el nuevo manillar aero bar de triatleta que estrenó en la contrarreloj de la etapa final. Entonces contestó: “It never gets easier, you just go faster”. Nunca es más fácil, simplemente vas más rápido. El norteamericano, consciente de que aquella novedad técnica cambiaba la posición sobre la bici para buscar una mayor aerodinámica, contestó con esa frase que, contextualizada, se ha convertido en una de esas citas inspiracionales que suelen imprimirse en todo tipo de objetos: camisetas, tazas, láminas...
No se puede negar que es un buen eslogan. Además, suele ser verdad: sino que se lo pregunten a todos los que luchan contra el crono en cualquiera de sus modalidades y formatos. Ser aero es de todo menos natural. La sentencia de LeMond enlaza muy bien con otra frase de Miguel Indurain recogida en una entrevista para El Mundo a finales de los años noventa: “yo gano porque soy capaz de soportar un dolor más grande que los demás”.
El navarro, al ser preguntado sobre sus gestas, como la de la contrarreloj de Luxemburgo del Tour de 1992, justificaba su éxito gracias a su capacidad para resistir situaciones de dolor extremo, algo que quizás sus rivales tenían en menor medida. Gracias a ello, él siempre podía dar una vuelta de tuerca más, lo que lo convertía en un excelente contrarrelojista y en un firme candidato para conseguir el reto agonístico por excelencia: el Récord de la Hora.
En este número de VOLATA, que dedicamos a la velocidad, otro gran especialista moviendo grandes desarrollos, el italiano del INEOS Filippo Ganna —actual Campeón del Mundo de CRI con solo veinticuatro años— nos confiesa: “si pienso en la potencia que necesité para ganar la contrarreloj del Mundial, una carrera de solo 35 minutos, no me puedo ni imaginar la cantidad de sufrimiento soportado en una hora". Pero los aficionados ya lo están visualizando rodando en un velódromo en solitario y le están pidiendo que afronte el reto. Para lograrlo deberá superar la media establecida por el actual recordman, Victor Campenaerts, y rodar, al menos, a 55 km/h durante 60 minutos. Casi nada.
Velocidad y sufrimiento parecen ir de la mano. Pero la velocidad también es buena compañera del goce de sentirse ingrávido, ligero, etéreo. Quizás rodar rápido sea lo más parecido que pueda existir a la sensación de poder volar, aunque, como nos cuentan los protagonistas de este número 27, es una percepción tan subjetiva que puede depender de muchos otros elementos. Al igual que el sufrimiento. En el fondo, todo depende de cómo nuestro cerebro es capaz de procesar todo ello. Sufrimos y gozamos. Sufrimos y volamos. Sufrimos, volamos y gozamos. Gozamos y volamos. Volamos.