Llegando a uno de los puntos más elevados de Mota del Cuervo se descubre el emplazamiento deportivo más emblemático de esta localidad de algo más de 6.000 habitantes. Allí, en una explanada que antes era el viejo campo de fútbol, se encuentra un moderno velódromo al aire libre que sirve como lugar de formación y de punto de encuentro para los jóvenes de toda la zona que sueñan con ser ciclistas en un futuro.
Es la obra de los hermanos Herrada en su localidad natal, su sello y su manera de volcarse con el deporte de base, como si quisieran darle a los más pequeños esas oportunidades que a ellos un día les costó encontrar. “Al final es una apuesta nuestra porque de pequeños cuando empezamos a competir no tuvimos la suerte de tener una escuela de ciclismo en el pueblo, así que nos tocaba viajar. Empezamos en Quintanar de la Orden a unos 20 kilómetros y teníamos que desplazarnos constantemente”, cuenta Jesús Herrada sobre la motivación para construir este velódromo.
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La idea ya la venían rumiando desde un tiempo atrás, pero la obra se culminó el pasado verano cuando se inauguró este precioso velódromo con la Carrera de Escuelas. Con una pista asfaltada que decoran las habituales líneas blancas, rojas y azules, el peralte no es excesivo, pero sí más que suficiente teniendo en cuenta que por allí entrenan y disfrutan chicos y chicas de entre cuatro y doce años.
Las autoridades se volcaron con este proyecto que ahora rebosa vida y ciclismo por los cuatro costados, tal y como reconoce Jesús Herrada: “Contamos con el apoyo de la Diputación de Cuenca y también con el del anterior alcalde, Jacobo Medianero, que empujó mucho y fue el que dio el paso para conseguir esta pista”.
Desde que se inauguró este velódromo la afición por el ciclismo se ha disparado de una manera impresionante en Mota del Cuervo y en los alrededores. “El año pasado tuvimos 17 o 18 niños, y ahora tenemos apuntados más de 40 niños y niñas a la Escuela”, cuenta José Herrada, consciente de que el volumen de trabajo se ha multiplicado. Incluso localidades cercanas les piden ayuda para impartir clases.
Además, la existencia de este velódromo implica seguridad y proporciona tranquilidad a los padres, siempre temerosos de los peligros que conlleva el ciclismo. “Los padres tienen mucho miedo de que los chicos estén en un sitio que no esté cerrado al tráfico, así que tener unas instalaciones así era fundamental”, admite José Herrada, recién retirado y volcándose ahora con la Escuela.
Alzando la vista se pueden adivinar una serie de molinos en lo alto de la colina, unas construcciones emblemáticas que llevan presidiendo años y años Mota del Cuervo y que ahora se convierten en testigos privilegiados de la formación de los más pequeños y, quién sabe, de los futuros sucesores de los Herrada en la alta competición.
Este texto es un extracto de un reportaje que podrás leer próximamente en la revista VOLATA