La cultura ciclista española nunca se ha prodigado por las clásicas adoquinadas. Eran, y en cierto modo lo siguen siendo, un elemento exótico, un infierno. Sin embargo, en cualquier sociedad es habitual la existencia de un grupo de individuos díscolos que buscan aventuras y riesgo para afrontar la vida de una manera diferente. En este caso, esta figura la representa Juan Antonio Flecha, que durante toda su carrera se declaró abiertamente un enamorado por estas pruebas tan especiales y que cuentan con un arraigo social y una identidad cultural fuera de lo común en Bélgica y el norte de Francia.
Un lobo solitario. Un apasionado por las carreteras empedradas, en muchas ocasiones difíciles de transitar, que adquieren su máximo esplendor en una París-Roubaix en la que Flecha rozó el cielo desde el Infierno del Norte. Ocho veces acabó entre los diez mejores y en hasta tres ocasiones —en 2005, 2007 y 2010— el catalán acabó subiendo al podio situado en el prado central del velódromo André-Pétrieux de Roubaix. El lugar más ilustre de las clásicas y en el que a Juan Antonio Flecha tan solo le faltó la victoria.
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Flecha, seguido por Tom Boonen y George Hincapie en la edición de 2005 / Imagen: Franck Fife / Getty Images
El año 2005 fue la temporada que más cerca tuvo el triunfo. Bajo los colores del conjunto italiano Fassa Bortolo, compartiendo equipo con un joven Fabian Cancellara que quedó descolgado por un inoportuno pinchazo, Flecha fue el ciclista más decisivo. Tras unos kilómetros de impás confiando en la reincorporación imposible del suizo, el ciclista hispano-argentino decidió capitanear el barco sobre las bravas aguas de Carrefour de l’Arbre. Ese movimiento dejó el grupo en tan solo tres integrantes, junto a él marchaban Tom Bonnen y George Hincapié.
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Por un lado, un belga que se había encumbrado una semana antes en las cotas adoquinadas de Flandes, y se postulaba como el sucesor natural de Johan Museeuw, y por otro, un norteamericano que se había cegado con la posibilidad de lograr el preciado adoquín de Roubaix. La empresa era muy complicada. El nerviosismo se notaba en la inexperiencia de los tres en una situación similar en el Infierno del Norte. Los gritos del público en la última vuelta y media al velódromo se volvieron atronadores y no hubo sorpresas: la velocidad de Tom Bonnen facilitó que se llevara su primera victoria con Juan Antonio Flecha en tercera posición.
Lejos de un sentimiento de decepción propio del momento, al ciclista español se le vio visiblemente feliz en el podio. Había transformado el sueño de sus primeras pedaladas en las montañas del Garraf, como explica en VOLATA #29, en una realidad. Siempre ha declarado que se trata del podio más especial en Roubaix porque pudo vivir y sentir la sensación única de entrar en el velódromo con el grupo que iba a jugarse la victoria. Aquella temporada, Flecha, que ya había sido segundo en la Gante-Wevelgem, se presentó al mundo y dejó de ser el español exótico que amaba los adoquines.
Carlos Barredo, Tom Boonen, Baden Cooke, Filippo Pozzato, Fabian Cancellara, así como el corredor catalán durante el transcurso del Tour de Flandes de 2007 / Imagen: Tim de Waele / Getty Images
Además, aquel 10 de abril de 2005 se convirtió en el segundo ciclista español en lograr un podio en París-Roubaix tras Miquel Poblet en 1958, segundo, y 1960, año en el que el laureado velocista catalán acabó en tercera posición. Cifras que Juan Antonio Flecha consiguió superar en 2007 y 2010, cuando volvió a rozar la gloria en el velódromo, pero en esta ocasión desde la lejanía. 54 segundos fueron los que separaron la segunda posición de Flecha de la victoria del australiano Stuart O’Grady tras un ataque demoledor a veinticinco kilómetros de meta en 2007.
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Tres años más tarde, en 2010, fue imposible ni siquiera acercarse al nivel que ejerció un Fabian Cancellara desbocado tanto en el Tour de Flandes como en París-Roubaix. A pesar de ello, en la que era su primera temporada en la nueva estructura de Dave Brailsford, el Team Sky, el corredor catalán sumó su tercer y último podio en el Infierno del Norte. Una tercera posición —por detrás de Thor Hushovd— que cerraba una temporada de clásicas que arrancó con su victoria en la Omloop Het Nieuwsblad.
Flecha vistiendo los colores del Sky en la París-Roubaix de 2012 / Imagen:
Bryn Lennon / Getty Images
En un ciclismo español en el que monumentos como Lieja-Bastoña-Lieja con Alejandro Valverde, Milán-San Remo con Óscar Freire y Miquel Poblet o Il Lombardía con Joaquim Rodríguez han tenido repercusión, Juan Antonio Flecha se encargó de ganarse su humilde lugar en la historia con una pasión empedrada que culminó en una carrera exitosa. Eso exotismo adoquinado fue continuado por Imanol Erviti en 2016 con su novena posición en París-Roubaix —convirtiéndose en el tercer ciclista español en acabar entre los diez mejores—y ahora Iván García Cortina quiere que perviva.