El habitual griterío ensordecedor y el fervor del público del velódromo André Petrieux ha quedado enmudecido ante el imponente grito de rabia de Lotte Kopecky tras lograr su primera victoria en la París-Roubaix. La celebración de la ciclista belga nada más cruzar la línea de meta escondía varios significados: el natural estallido de alegría de quien saborea el preciado adoquín; la adrenalina de una remontada despiadada; la emoción por alcanzar un objetivo que trasciende lo puramente deportivo; y el sentimiento de liberación después de una campaña de clásicas adversa para la Campeona del Mundo.
No estaba siendo una primavera sencilla para Kopecky y el SD Worx, incluso las quinielas previas la alejaban de la posición de principal candidata a pesar de bajas reseñables como las de Elisa Longo Broghini —ganadora en Flandes hace una semana—, Shirin van Anrooij, Lizzie Deignan o su compañera Marlen Reusser (y Demi Vollering). Pero nada más lejos de la realidad. La maillot arcoíris se ha convertido en la protagonista absoluta del relato de esta cuarta edición, asumiendo la responsabilidad en solitario sobre los tramos de pavé. Se ha jugado a lo que ha querido Kopecky, como quien mueve los hilos a su antojo.
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“Para mí solo hay una forma de ganar aquí, así que quería una carrera dura desde el principio”, explicaba Kopecky en referencia a su actitud ofensiva. Acostumbrados a tres ediciones vertiginosas, en esta ocasión ha sido una carrera lineal, por momentos hasta monótona. El grupo se deshilachaba perdiendo unidades de forma progresiva con cada acelerón de la proactiva corredora belga, pero sin acabar de romperse.
Fotografia: A.S.O.
El planteamiento táctico de ciclistas como Marianne Vos (Visma-Lease a Bike) y Elisa Balsamo (Lidl-Trek) era muy claro: marcaje férreo. Esa evaporación de corredoras desembocó en un grupo de seis ciclistas, con Amber Kraak (FDJ-Suez), Pfeiffer Georgi (Dsm-firmenich PostNLy Ellen van Dijk (Lidl-Trek), que notaron el nerviosismo inherente de quien roza el triunfo el Roubaix al entrar en el velódromo.
A pesar de que Kopecky sostenía la batuta, una volata es siempre una moneda al aire cuando no eres la más rápida entre tus rivales y estuvo a punto de salirle cruz. La Campeona del Mundo se vio encerrada en la última curva y tuvo que lanzar un esprint lejano aprovechando el peralte, y una potencia incosteable, para convertirse en la reina de las clásicas. “Por un momento pensé que saldría mal, pero mantuve la calma y mi experiencia en pista es posible que me haya ayudado”, reconocía antes de la ceremonia del podio visiblemente más emocionada. Pero no fue lo único que la impulsó a la victoria.
Fotografía: Getty Images
No hubo lluvia, barro ni persecuciones inverosímiles, pero la insistencia de Kopecky por tensar la carrera permitió que las piernas de Vos o Balsamo no tuvieran la frescura óptima en el momento de la verdad. De hecho, la corredora italiana explotó en Carrefour de l’Arbre y aunque tuvo la capacidad de recuperarse tuvo que conformarse con una privilegiada segunda posición que seguramente valorará mejor con el tiempo. “Es imposible no sentir cierta decepción cuando te quedas tan cerca de un triunfo como este, pero ahora me siento muy feliz”, comentaba más calmada tras romper a llorar consciente de la oportunidad.
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Son muchos los matices que componen el alma de la París-Roubaix. Uno de los que mejor define esa personalidad única es la coctelera de emociones en la que se convierte el velódromo André Petrieux. Además de las lágrimas de impotencia de Balsamo, las miradas perdidas o la huella de la dureza reflejada en la cara de las ciclistas, la alegría de la joven ciclista británica Pfeiffer Georgi fue uno de los momentos del día. Su ingenua felicidad cuando le confirmaron por pinganillo que había logrado la tercera posición superando a Marianne Vos es también parte de la naturaleza del Infierno del Norte. “No puedo creerlo. Esta es una carrera de ensueño para mí, sé que no es la victoria, pero significa mucho”, explicaba la ciclista del Team dsm-firmenich PostNL con una sonrisa de oreja a oreja.
Foto de cabecera: A.S.O.