Hacía quince años que nadie repetía victoria de forma consecutiva en París-Roubaix. Era el final de la década de los años 2000, y por aquel entonces Tom Boonen era quien dominaba los caminos agrícolas empedrados del norte de Francia. En 2008 y 2009 el belga consiguió su segundo y tercer triunfo (de un total de cuatro); en 2023 y 2024 el neerlandés Mathieu van der Poel ha levantado sus dos primeros adoquines en el velódromo de Roubaix. Y en esta ocasión portando el maillot arcoíris, una estampa que agrega todavía más misticismo. “Solo podía soñar con esto cuando era niño. Es simplemente increíble”, reconocía en meta.
Pero no es tan solo el qué, sino el cómo. Ser el máximo favorito en una prueba tan singular como París-Roubaix es un arma de doble filo. Algo muy similar ocurrió en Flandes, y en las dos el Campeón del Mundo ha salido airoso con exhibición incluida. Con una diferencia: esta vez sí pudo recrearse en el trayecto. “Hoy intenté disfrutar la última parte de la carrera porque sé que es un momento especial que no durará para siempre. Es algo que no pude hacer en Flandes porque allí estaba realmente al límite”, explicaba Van der Poel antes de la ceremonía del podio. Ha jugado en su propia liga para alzarse con su sexto Monumento en un día ventoso, con abanicos, pinchazos y de atmósfera polvorienta en el Infierno del Norte.
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Incluso su hoja de ruta tenía un planteamiento diferente al ortodoxo. Cuando todo parecía encaminado a resquebrajarse en Mons-en-Pévèle, el ciclista del Alpecin-Deceuninck ha decidido atacar a 60 kilómetros de la línea de meta en el tramo de Orchies. Ha derribado de un plumazo cualquier estrategia táctica que pudiera comprometerle. Una trepidante aventura en solitario en la que incrementaba la diferencia en cada sector de pavé hasta llegar a los tres minutos, la segunda más amplia del S.XXI. Sus rivales tan solo le han vuelto a ver para felicitarle en Roubaix. “¿Cómo batirle en un Monumento? Está claro que aún no lo sé", señalaba con la honestidad que le caracteriza Mads Pedersen.
Fotografía: A.S.O.
El danés ha concluido tercero tras su enésima muestra de su entrega, arrojo y amor por las clásicas. El depósito del ciclista del Lidl-Trek estaba bajo mínimos en el momento de disputar el esprint por la segunda posición. Poco ha podido hacer para evitar un nuevo doblete de Alpecin-Deceuninck. Porque sí, no solo Van der Poel ha defendido la corona adoquinada, sino que Jasper Philipsen ha vuelto a ser segundo. ¿Os acordáis de la imagen del belga celebrando la victoria de su compañero la temporada pasada? Esta vez ha sido Van der Poel —para poner en contexto su superioridad— el que ha disfrutado de la explosividad de Philipsen en la volata desde una perspectiva privilegiada.
Mads Pedersen encabeza el tercero en persecución de Van der Poel en la salida de Arenberg (Fotografía: Getty Images)
Fotografía: Zac Williams / SWPix
En un relato de actores protagonistas, la figura de los especialistas secundarios la han encarnado el alemán Nils Politt (4º), que ha rozado un podio que ya logró en 2019, la agonía del suizo Stefan Küng (5º), la fortaleza de un magullado Laurence Phitie (7º) y el sacrificio de Gianni Vermeersch. El belga ha puesto la guinda del conjunto Alpecin con una meritoria sexta plaza después de convertirse en el dique de contención táctico. Siempre en cabeza y dispuesto a secar cualquier intento ofensivo para proteger a sus líderes. “Voy a dormir muy bien esta noche”, admitía antes de la merecida ducha tradicional en el velódromo.
Mención especial también para un John Degenkolb (11º) que se ha mostrado muy atento en una carrera por la que siempre ha demostrado devoción; y que ganó en 2015. El corredor alemán, que llegó desconsolado a meta el año pasado ante el incidente en Carrefour de l'Arbre que le impidó estar en la lucha por el podio, ha terminado con un mejor sabor de boca en la que será su penúltima participación en París-Roubaix. Ahora también podrá decir en sus memorias que sufrió un pinchazo en Arenberg. Así lo narraba el ciclista del Team Dsm-firmenich PostNL en instagram:
¿Y la chicane a la entrada de Arenberg? Pues la gran noticia es que no hay noticia. Resulta complicado medir la eficacia real del experimento ya que la carrera ha llegado muy rota a ese punto con un pelotón de no más de treinta unidades, pero la cuidada manera de resolverlo in extremis por la organización ha dejado un buen sabor de boca, al menos en cuanto a seguridad.
Foto de cabecera: A.S.O.