Cuando se mencionan las Islas Canarias, a muchos de nosotros nos vienen a la cabeza lugares emblemáticos como el Teide, en Tenerife, que, además de ser el tercer volcán más alto del mundo, con 3.718 m de altura, en los últimos años se ha ganado un lugar propio en el imaginario ciclista. Y es que por las carreteras tinerfeñas es habitual ver a numerosos cicloturistas y ciclistas profesionales entrenando durante todos los meses del año.
Pero más allá de Tenerife, el archipiélago comprende siete islas más que proporcionan un excelente terreno para explorar en bicicleta: Fuerteventura, Gran Canaria, Lanzarote, La Palma, La Gomera, El Hierro y La Graciosa, la más pequeña en extensión con tan solo 27 km cuadrados. A pesar de que todas las islas están cerca unas de las otras, tienen paisajes y microclimas marcadamente diferentes, lo que las convierte en únicas.
Fue precisamente esa pluralidad de paisajes y entornos lo que llamó la curiosidad al ciclista y aventurero Pol Tarrés cuando viajó a principios de 2023 a Gran Canaria: en seguida quiso conocer todo el archipiélago y verlo al detalle con sus propios.
Así nació 8 Islands Cycling Challenge, un reto ciclista que tenía como objetivo recorrer todas las islas en bicicleta en poco más de una semana. Para ello, convenció a la también rodadora Lina Bo para completar juntos esta aventura inédita de 900 km en total y 21.600 metros de desnivel positivo acumulado. Además del desafío físico, también deberán superar el reto logístico: llegar cada día a tiempo para tomar el ferry que los conduciría a la siguiente isla.
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Etapa 1: La Palma
Distancia: 165 km / desnivel acumulado: 3.909 m / tiempo recorrido: 7 h 15 m
El punto de inicio era Santa Cruz de La Palma. A partir de ahí recorrerían 164 km y empezarían a sumar metros de desnivel, con más de 4.000 metros en total a través de un territorio de una esplendorosa y exuberante belleza natural. La jornada prometía estar a la altura de la magnitud de la misión.
La ruta, que partía desde el nivel del mar, pronto desafió a la pareja de ciclistas con la primera dificultad montañosa del día: el Roque de Los Muchachos. Se trata de un puerto intenso y exigente que se eleva hasta los 2.426 m en su tramo final, donde hay el mirador más alto de la isla. En este caso, Tarrés y Bo ascendieron hasta la zona del Mirador de Los Andenes (2.312 m), completando así una subida de 32 km con un promedio del 6,8 %. Este puerto les haría experimentar por primera vez un aspecto que se repetiría en el resto del viaje: “Durante las tres horas que tardamos en ascender, pedaleamos por paisajes cambiantes como si fueran pantallas de un videojuego—recuerda Pol Tarrés—. Pasamos de una pequeña zona boscosa de laurisilvas a una zona con pinos muy altos, para llegar finalmente a un área de arbustos cerca de la cumbre, donde podíamos ver los tonos amarillos, rojos y naranjas de las formaciones volcánicas”.
Fue la subida más larga que ninguno de los dos había hecho nunca, pero ambos la disfrutaron a lo grande. Pol Tarrés también confiesa que les resultó muy difícil no parar para hacer fotos, porque el entorno les podía llegar a abrumar. “¡Casi perdemos el ferry!", recuerda Bo por su lado.
Tras la subida y un largo y sinuoso descenso, enseguida la carretera se pondría cuesta arriba de nuevo. Sin embargo, la recompensa siempre estaba servida con unas vistas impresionantes. Cuando llegaron al mirador del Time (700 m), pudieron ver el devastador río de lava en el paraje de Cabeza de Vaca que dejó el volcán Tajogaite en la erupción de septiembre de 2021, la primera desde 1971. “Nos quedamos sin palabras cuando lo vimos”, dice Tarrés.
Etapa 2: La Gomera
Distancia: 99 km / desnivel acumulado: 2.763 m / tiempo recorrido: 4 h 59 m
Al día siguiente, llegaron a la isla de La Gomera, donde les recibió la capital San Sebastián de La Gomera. Les esperaban casi 100 km por delante. Bo y Tarrés pedalearon hacia la carretera que va a Las Poyatas y atravesaron el túnel que hay en el primer puerto y que conduce al valle de Hermigua. “No nos podíamos creer el contraste que hubo de cuando entramos en el túnel a cuando salimos”, comentan. Lo que se encontraron fue un espeso bosque de laurisilvas de hojas brillantes y perennes ante sus ojos. Después de afrontar un largo descenso, plagado de curvas, el terreno volvía a subir cuando llegaron al corazón del Parque Nacional de Garajonay, una densa superficie boscosa que cubre el 11 % de la isla, envuelta de nubes bajas y niebla. “No había lugar a dudas de que era un lugar realmente mágico —apunta Tarrés —. De hecho, había algunas partes de la carretera que eran tan oscuras que te olvidabas de que estabas rodando bajo un sol radiante”. Las más de cinco horas de pedaleo en La Gomera, en las que se les hizo de noche, dieron paso al día siguiente a otra intensa jornada de ciclismo en la isla de El Hierro, el enclave más occidental del archipiélago.
Etapa 3: El Hierro
Distancia: 117 km / desnivel acumulado: 3.113 m / tiempo recorrido: 5 h 45 m
“Nada más llegar, pudimos ver que esta isla era muy diferente a las demás”, asegura Tarrés al recordar el momento en que vio la costa herreña desde el ferry. Bo asiente con la cabeza y comenta que la segunda isla más pequeña de las Islas Canarias —con tan solo 270 km cuadrados— era como “de otro planeta”. En aquel momento, todavía no sabían que el recorrido previsto de 115 km sería un punto de inflexión emocional.
Empezaron a pedalear desde la capital de la isla, Villa de Valverde, mientras el sol se alzaba sobre el mar. Al pasar por El Golfo, una enorme bahía en forma de herradura que se extiende a lo largo de varios kilómetros y con abruptos acantilados, ambos se fijaron en cómo los colores a su alrededor iban cambiando: los tonos verdes daban paso a los marrones oscuros de la roca volcánica, salpicados por pequeños puntos de vegetación. “Era como estar en Marte”, recuerda Bo todavía impactada.
A medida que se dirigían hacia el norte, el mar cristalino de color verde esmeralda hacía resaltar los tonos anaranjados, marrones y negros del entorno. La única prueba de que la isla estaba habitada era alguna que otra persona tumbada en las rocas tomando el sol. La sensación constante era de calma y sosiego. Sin coches, solo vida salvaje y un paisaje sobrecogedor. “Todo el mundo debería ir a El Hierro alguna vez en su vida”, confiesa Bo con una sonrisa en la cara.
Etapa 4: Tenerife
Distancia: 154 km / desnivel acumulado: 3.459 m / tiempo recorrido: 7 h 36 m
Cuarto día. Los ciclistas se acercaban al ecuador de su viaje. A pesar de que el punto culminante pudiera ser la ascensión al Teide, ambos optaron por completar una ruta de 154,47 km desde Los Cristianos hasta Santa Cruz de Tenerife que, en su lugar, bordeaba el volcán. Empezaban a sentir el cansancio acumulado de los días anteriores, pero no querían renunciar a explorar al máximo este enclave que se ha ganado un lugar propio en el imaginario ciclista.
A los pocos kilómetros de empezar a pedalear, la carretera iba ganado altura progresivamente mientras se adentraban hacia el interior de zonas boscosas a través de valles y recovecos. Una vez coronaron los 1.146 m de altura antes de llegar a San José de Los Llanos, se lanzaron hacia un trepidante descenso que les llevaría hasta la costa del norte y La Orotava. Entonces, la ruta volvería a empinarse hacia la parte más septentrional de la isla, el Parque Rural de Anaga, declarado Reserva de la Biosfera y hogar de cumbres abruptas, misteriosos bosques frondosos y playas de arena negra. Tras superar la última dificultad montañosa del día, el Pico del Inglés (10 km al 5 %), de 986 m de altura, la carretera proporcionó a Bo y Tarrés otro descenso épico y vertiginoso hasta Santa Cruz de Tenerife. Fue el colofón de una gran jornada de ciclismo en la que nuestros aventureros tuvieron al Teide siempre como vigía, a lo lejos.
Etapa 5: Gran Canaria
Distancia: 140 km / desnivel acumulado: 3.485 m / tiempo recorrido: 7 h
En el quinto día, cuando llegaron a Gran Canaria, Lina empezó a sentir la fatiga acumulada de cuatro jornadas de duro pedaleo: tenía un fuerte dolor de cabeza y ganas de vomitar. Después de llegar en ferry desde Tenerife la noche anterior, se acostó pronto sin cenar y sufrió las consecuencias al día siguiente. “Recuerdo que llegué a publicar en Instagram: ‘Estoy muy cansada y no puedo más’, pero luego me bebí tres Coca-Colas, y empecé a sentirme muy bien de nuevo, cuando tan solo habíamos recorrido unos 30 km en Gran Canaria.” Sin duda fue un buen presagio, ya que por delante tenían 140 km y varias subidas exigentes, como el ascenso al imponente Pico de las Nieves (1.912 m), donde las pendientes pueden alcanzar hasta el 23 %.
Desde la cima, pudieron divisar la ciudad de Las Palmas, final de la ruta del día y capital de la isla. El descenso desde el Pico de las Nieves les condujo a la Reserva Natural de Los Marteles, un gran cráter volcánico con una alta concentración de biodiversidad endémica. Tras muchos kilómetros en las alturas, la parte final de la jornada consistió en suaves y onduladas colinas, lo que permitió que nuestros aventureros llegaran a tiempo para coger el ferry con la satisfacción de haber superado un día muy complicado.
Etapa 6: Fuerteventura
Distancia: 134 km / desnivel acumulado: 2.017 m / Tiempo recorrido: 5 h 44 m
La sexta isla fue Fuerteventura, un paraíso con más de 150 km de playas de arena blanca y aguas turquesas. Sin embargo, con unas costas tan expuestas, la isla está sometida a fuertes vientos, y rodar en ella fue todo un reto, asegura Lina Bo. Por suerte, esta ínsula no tiene subidas tan duras y el terreno ondulado compensó la batalla contra el viento. La ruta, de 134 km, les llevó directamente por el centro de la isla, atravesándola en diagonal, comenzando en Morro Jable y en dirección norte hasta Corralejo. El paisaje era una composición de colores arenosos, naranjas y amarillos que por momentos recordaba a un decorado de Star Wars.
Pasaron por pequeños pueblos y ascendieron al Pico de la Muda y al Morro de la Cruz entre extensos afloramientos rocosos. “En Fuenteventura, todos los edificios y las casas antiguas son muy pintorescas y, bromeando, me decía a mí misma: ‘¿cuándo van a aparecer en escena los cowboys?”, se ríe Bo al recordarlo.
Hacia al final de la ruta rodaron a través de las Dunas de Corralejo, un tramo de 10 km de costa virgen y de arena dorada que se asemejaba al desierto del Sahara, con la luz del sol de mediodía reflejada en las dunas. La carretera asfaltada parecía que cortaba la arena para permitirles avanzar y llegar así al siguiente puerto, en Corralejo. Allí tomarían el ferry tras casi seis horas sobre la bici.
Etapa 7: Lanzarote
Distancia: 113 km / desnivel acumulado: 2.038 m / Tiempo recorrido: 5 h 42 m
Lanzarote significó el último día realmente duro de pedaleo. Afortunadamente, después de muchos días subiendo puertos de montaña y realizando rutas de más de 100 km, el terreno más llano de Fuerteventura el día anterior había dado a las piernas de los ya fatigados ciclistas la oportunidad de recuperarse un poco. La ruta lanzaroteña partía de Playa Blanca, en el sur, y se dirigía hacia Órzola, atravesando el Parque Nacional de Timanfaya y bordeando la isla por la costa. Al igual que Fuerteventura, Lanzarote se caracteriza por su paisaje volcánico de aspecto lunar. “Fue uno de los paisajes más impresionantes de todo el desafío”, comenta Tarrés. Esta vez, el objetivo era completar 113 km y más de 2.000 m de desnivel positivo.
La dificultad principal era el ascenso de 25 km de Haría que se elevaba hasta los 569 m sobre el nivel del mar. Con este puerto completaban una numerosa colección de cumbres desde que empezaron el reto en aquella primera subida en La Palma. Sin embargo, esta vez no había prisa por llegar a tiempo para tomar el ferry, y pudieron disfrutar de una parada más que merecida en el pueblo de Haría, enclavado en el Valle de las Mil Palmeras. Una vez superada la cima, disfrutaron de un largo descenso por el paisaje marciano de la isla.
Etapa 8: La Graciosa
Distancia: 22 km / desnivel acumulado: 226 m / Tiempo recorrido: 1 h 32 m
La isla de La Graciosa es uno de los últimos lugares de Europa que quedan sin carreteras asfaltadas, por lo que, cuando Pol Tarrés se encontraba diseñando las rutas para cruzar las ocho islas, tuvo dudas de si podrían recorrer esta isla final en bici de carretera. Pero La Graciosa, con sus 27 km cuadrados de extensión, no podía quedarse fuera de esta aventura así que, se le ocurrió una solución: alquilar bicicletas de montaña. “Aquella última jornada se pareció a la última etapa de una gran vuelta ciclista, en la que todo el mundo está muy relajado y nadie compite realmente”, recuerda ahora Tarrés. Y lo disfrutaron, vaya si lo disfrutaron.
El recorrido alrededor de la isla fue de solo 22 km, una anécdota comparado con lo que tuvieron que superar en las otras siete. Fue una experiencia totalmente distinta y supuso el final perfecto para su reto de 900 km, coronado con un baño final en la playa. “Quizás ha sido el mejor viaje que hemos hecho nunca, a pesar de que físicamente ha supuesto un reto muy grande y de que hemos pasado por momentos duros”, comenta Tarrés. “La diversidad de paisajes que pudimos ver ha sido una de las cosas que convierten a las Islas Canarias en un lugar verdaderamente único”, completa Bo.