Es posible que en el universo paralelo que forma el mundo del ciclismo la gran mayoría esté de acuerdo con que la victoria de Sepp Kuss en La Vuelta 2023 lo compensa todo. Por lo que representa ese triunfo del gregario infatigable y por tratarse de uno de los corredores que más simpatías despierta dentro del pelotón. Pero es evidente que este 2023 no ha sido la mejor edición de la carrera. Ha faltado ambición por tratar de doblegar y buscarle los puntos débiles al sólido bloque del Jumbo-Visma. Quizá el recorrido tenía una línea de la que era difícil desmarcarse en los primeros compases, pero teniendo en cuenta que las fuerzas —y el ánimo— llegaron muy justas a la parte final, el conservadurismo llevó a desaprovechar terrenos en otras fases para intentar rebelarse del yugo del equipo neerlandés.
La contrarreloj de Valladolid dibujó la jerarquía en la general y estableció el guion hasta Madrid: Sepp Kuss era el hombre a batir y tenía los dos mejores escuderos para jugar estratégicamente, Primož Roglič y un Jonas Vingegaard al que le había costado arrancar. Pero la pérdida de Remco Evenepoel en la primera jornada decisiva en los Pirineos, con su hundimiento en el Col d’Aubisque, cambió el relato de la película. La carrera se bloqueó sin su elemento distorsionador principal y el equipo Jumbo se vio en una encrucijada con sus tres hombres copando el podio y en disposición de ganar La Vuelta, pero sin que ningún rival supusiera una amenaza real. El maillot rojo quedaba en casa, pero ¿con quién? Fue entonces cuándo se desató la tormenta interna, aparentemente consensuada.
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Momento en el que Sepp Kuss pierde contacto con Roglič y Vingegaard entre la niebla de L'Angliru (Fotografía: Sprint Cycling)Remco Evenepoel buscó su propio protagonismo desde las fugas (Fotografía: Sprint Cycling)
Primero fue Vingegaard en Bejes, tras un movimiento acertado y entendible los días anteriores en el Tourmalet, y después llegó el turno de Roglič en L’Angliru. Ambos pusieron en aprietos a su propio compañero Kuss, que trataba de contener los golpes y aferrarse a la oportunidad de su vida mientras el resto de aspirantes al podio dejaban pasar la ocasión de jugar tácticamente en jornadas como la de Larra-Belagua. Parecía que la batalla no fuera con ellos. Tan solo un renacido Mikel Landa, que pasaba por allí casi sin avisar, avivó el Landismo en las etapas asturianas al mismo tiempo que el equipo UAE nos confundía con los comportamientos extraños de João Almeida o Finn Fischer-Black aislando a Juan Ayuso o un Enric Mas que no fue capaz de asomar la cabeza en ningún momento.
Además de ser una Vuelta exenta de fuego auténtico por la clasificación general, arrastró una imagen de cierto caos durante la primera semana. Desde la compleja situación ocasionada por la lluvia y la falta de visibilidad en la contrarreloj de Barcelona hasta el momento de ver a Fernando Escartín encaramado a una verja para marcar la toma de tiempos en la jornada de Caravaca. Ante todas estas circunstancias, fue el cambio de chip de Remco Evenepoel el que propició un bonito final de carrera. El belga se erigió como el amo de las escapadas, filtrándose en la mayoría de ellas, incluso en Madrid, para demostrarse a sí mismo que mantenía su esencia depredadora. El de Soudal-Quick Step cosechó tres triunfos y el maillot de la montaña, convirtiéndose en el corredor con más victorias parciales en grandes vueltas este 2023 tras las dos del Giro d’Italia.
Imagen de cabecera: Sprint Cycling