Una carrera ciclista permite observarla desde diferentes ángulos. Una variedad de perspectivas que permiten profundizar y contar realidades e historias que muchas veces pasan desapercibidas o, simplemente, no les prestamos suficiente atención en la vorágine de la acción deportiva. En la Vuelta a España femenina, desde VOLATA hemos querido recuperar nuestra sección de 'La Mirilla' para detenernos, contemplar lo que sucede a nuestro alrededor mientras todo ocurre muy deprisa y acercar la carrera desde un punto de vista que permite reflexionar y conocer curiosidades poco exploradas.
Día de bandera verde
En la Playa de los Locos de Torrevieja (Alicante), entre tumbonas, sombrillas y arena, finalizó la primera etapa de la Vuelta a España femenina 2023. Siendo más precisos, la meta estaba situada en paralelo al litoral, en los últimos metros asfaltados antes de empezar a sentir bajo nuestros pies el mar Mediterráneo. La balaustrada blanca y azul del estrecho paseo marítimo parecía marcar la frontera entre dos mundos: el despliegue logístico de una carrera ciclista de primer nivel y unos bañistas a los que aquella película ciclista parecía no ir con ellos. Era una instantánea repleta de contrastes.
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Sin embargo, a lo largo de las horas centrales del día, esa frágil línea divisoria inicial entre dos universos distintos se fue difuminando poco a poco. De forma inevitable ambos mundos se unían por un instante cuando regueros de personas cruzaban en chancletas y bañador a través de los pasos habilitados por la organización, aunque fuera por conveniencia. La curiosidad de algunos intrigados bañistas ya estaba desatada, preguntaban por lo que allí sucedía y se quedaban anonadados en el momento en el que empezaron a llegar las primeras ciclistas durante reconocimiento del recorrido de la contrarreloj.
De pronto se podía percibir el característico olor a crema solar, arena mojada y salitre, elementos inconfundibles de la playa, junto al potente sonido que ejercen las ruedas lenticulares de las bicicletas de contrarreloj. Las terrazas de los bares y restaurantes de la zona se convirtieron en zonas vips improvisadas cuando dio comienzo la etapa y los equipos empezaron a marcar los primeros tiempos en la línea de meta. Aunque algunos mantuvieron férrea su posición privilegiada frente a la costa, otros prefirieron cambiar la primera línea de playa por golpear las vallas publicitarias con el fulgurante paso de las corredoras.
Era un día radiante para disfrutar de la playa. Y, sí, había bandera verde, que ondeaba justo al lado del arco de meta. Sin duda, una bonita metáfora, pues precisamente la playa de Torrevieja fue la encargada de dar luz verde al inicio de la Vuelta a España femenina 2023, la primera como gran ronda por etapas.
Pasión entre bastidores
La estructura de un equipo ciclista está compuesta por una combinación de engranajes que deben engrasar a la perfección para que la máquina funcione en su totalidad. Una de ellas, quizá la más importante, es la figura de soigneur. Esas personas que se encargan de hacerle la vida más sencilla a los y las ciclistas durante las carreras, y que en la mayoría de los casos pasan desapercibidos. Reparten bidones, avituallamiento, dan masajes… Pero, sobre todo, viven el ciclismo con una enorme pasión.
Todas esas referencias, la del trabajo oculto y el entusiasmo, se reflejaron en la línea de meta de Pilar de la Horadada, en la segunda etapa de la Vuelta a España femenina 2023. Son los primeros en recibir a las corredoras, intercambiar opiniones de cómo ha ido la etapa e indicarles cuál es el camino para llegar hasta el autobús, por lo que su posición en la llegada siempre se sitúa unos metros por detrás de la meta.
En este caso, una ligera curva hizo que su presencia quedará todavía más inadvertida para el público allí presente. Fueron llegando a cuentagotas, pero a falta de cinco kilómetros la pantalla gigante del podio se convirtió, por un momento, en una fan zone. Los y las soigneurs del equipo Canyon-SRAM, Jumbo-Visma, UAE Team ADQ, FDJ-Suez y Team SD Worx se hicieron con la posición privilegiada, mientras que otros como Movistar Team, Liv Racing o Team DSM tuvieron que conformarse con escucharlo por megafonía. Pero allí estaban todos, pendientes como un aficionado más del desenlace. Se palpaba la tensión en el ambiente.
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De pronto, empezó a escucharse un grito de ánimo: “Come on, come on”. Era el de la integrante del Canyon-SRAM cuando atacó Chloe Dygert en el último kilómetro. De hecho, en esos instantes finales el pequeño murmullo inicial fue aumentando de intensidad. El staff de Jumbo-Visma se relamió con la posible victoria de Marianne Vos, mientras que los representantes del DSM estallaron de alegría cuando vieron alzar los brazos de Charlotte Kool. En ese momento, todos los allí presentes rápidamente comenzaron a correr para asistir a las ciclistas.
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Pero es un trabajo muy gratificante. En esta Vuelta se respira esa sensación de que algo grande está pasando, que esto ya es una gran vuelta en mayúsculas. Las ciclistas están ilusionadas y responden. Ellas tienen ganas de que su historia sea contada y también nosotros con ganas de contarla.
La otra familia Delgado
«Desde 2015 que no sacaba esta bici de casa», comenta Ángel Delgado, jubilado octogenario de Riaza, pueblo del macizo de Ayllón de apenas 2.000 habitantes de la provincia de Segovia. Hacía a penas unos minutos que el pueblo se revolucionó viendo pasar al pelotón de La Vuelta Femenina. Tan solo quedan un grupo de jubilados ataviados con gorras rojas observando cómo los buses de los equipos van abandonando el lugar.
Ángel sabía que era un día especial y quiso celebrarlo sacando a pasear una bicicleta que él mismo se ha construido y pintado y con la foto de Marino Lejarreta en la parte delantera. En los portabidones llevaba dos botellas de plástico cortadas en las que almacenaba todo tipo de objetos: un pañuelo, un dorsal, algunas pequeñas herramientas... Habla animadamente con un vecino cuando los interrumpo. "¿Les puedo hacer una foto?", pregunto mientras asienten con la cabeza. "Y, ¿tú de qué familia eres?", me contesta uno. Les digo que no soy de allí, que he venido para ver la Vuelta. "Ah..."
Una vez me han colgado el cartel de foránea, Ángel explica su relación con el ciclismo: "He hecho tantísimos kilómetros en bici en mi vida... Mi hijo fue ciclista también, pero no llegó a profesional, porque lo dejó cuando se murió Manuel Sanroma. Después de aquello ya no quiso saber nada de la bici". ¿Cómo se llama su hijo?, le pregunto. "P. Delgado", dice con sorna. "¿Cómo?", le contesto. Ríe y repite: "P. Delgado, el otro P. Delgado". Silencio. "Se llama Pablo".
Ángel se despide de su vecino y me acompaña hasta sala de prensa y, durante el breve camino, recuerda anécdotas con el equipo Dormilón, cómo acompañaba a su hijo a muchas carreras y cómo todavía recuerda con angustia cuando su hijo se iba a entrenar solo. "Entonces no había móviles, y yo, hasta que no volvía, no respiraba tranquilo", comenta con la mano en el pecho.
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También hay muchas otras fechas y nombres que ya no recuerda, pero tiene la suficiente buena memoria como para asegurar que nunca antes había visto una carrera ciclista femenina como la que había pasado esa tarde por Riaza. "Esto es muy tranquilo, apenas somos mil habitantes en invierno, y no estamos acostumbrados a cosas así. Pero me ha gustado mucho".
"I'm walking on sunshine"
Dice que le gusta conducir y que cuando vio la oportunidad de poder conducir un autobús, se lanzó a ello. "Yo estaba en el Movistar y cuando me contactaron desde el Trek-Segafredo enseguida pregunté ¿y si me saco el carnet? ¿Podré conducir? Me dijeron que sí y desde hace cuatro años que nos combinamos con otros compañeros en las vueltas", comenta Irati Otxoteko, con una gran sonrisa. Es la que maneja el bus del Trek-Segafredo en esta Vuelta Femenina, pero también es masajista, utillera y lo que se preste. "Las jornadas son muy largas: ayer empecé a las 07:15 de la mañana y no acabamos hasta las 10 de la noche. Y, hay que contar que cenas entre medias. Pero al final se hace todo... Es que el bus siempre hay cosas que hacer, siempre hay algo que no funciona..." ¿Cómo la cafetera? "Uy, calla, calla... ¡Qué en este equipo no podemos estar sin café!"
"El año pasado ya estuve con el equipo en el Tour de Francia Femenino, pero, joer, en esta Vuelta pues siempre hace ilusión estar en casa. Es solo que... Claro, como saben que soy la que habla el idioma, pues vienen y ¡me piden de todo! —explica entre risas—, pero al final se agradece un montón, porque ves que hay mucho más apoyo, puedes comunicarte mucho más fácilmente para cualquier cosa y tal", explica.
Hablando con Otxoteko, nadie diría que la historia del Trek-Segafredo en esta Vuelta ha sido como una montaña rusa: desde el fatídico día de los abanicos en la tercera etapa hasta la euforia de la victoria de Gaia Realini in extremis en la meta de Laredo. Un sube y baja que la de Irún parece tener bajo control tras un entusiasmo contagioso por su trabajo. "Sí, ha habido días duros en esta Vuelta... Pero como miembro del staff, si las corredoras están mal, tú no puedes dar la impresión de que también lo estás. Tienes que hacer el esfuerzo de animarlas, y encontrar el momento para hablar de las cosas. Se expone lo que ha pasado, lo asimilamos y al día siguiente, más. En el bus siempre intentaos poner alguna canción motivacional —explica con sinceridad—. ¿Un ejemplo? Pues algunas de Bob Marley, I'm happy de Pharrel Williams o I'm walking on sunshine'". Canciones para la banda sonora de una lucha diaria.
Justicia para estela
"Con lo bien que se está poniendo el ciclismo femenino ahora... ", comentaba acompañado de un suspiro Juan Carlos Domínguez, exprofesional y persona muy cercana a la familia de La Vuelta. Hace unos cuantos años que conduce uno de los coches de invitados de la ronda española y es uno de los anfitriones más carismáticos. Se conoce el mundo del ciclismo por dentro, tiene mil anécdotas por contar del ciclismo de las últimas décadas y tiene una calidad innata para esa función: es cercano y le encanta hablar.
En esta ocasión, Domínguez visitaba la Vuelta Femenina por un motivo triste: la carrera había creado el Premio Estela Domínguez para la ganadora en Lagos de Covandonga, en homenaje a su hija, muerta el pasado febrero a causa de una atropello mientras entrenaba en Salamanca. La familia Domínguez había subido hasta la montaña asturiana acompañada de amigos y familiares para representar a Estela. También subieron al podio para entregar el guardón —que recibió la neerlandesa Demi Vollering, como ganadora de etapa— y también aprovechar la oportunidad de dar visibilidad a un mensaje: "Justicia para Estela", que llevaban impreso en unas camisetas con la imagen de la joven de dieciocho años.
"Te sientes tan impotente... Es frustrante que no se pueda hacer nada más", me transmite Domínguez. Quiere que haya más conciencia general de cómo la actual ley todavía no es suficiente para que las víctimas y sus familiares, que también son víctimas, no se sientan tan desamparados y consigan cerrar su círculo de dolor. "No le quiero ningún mal a nadie, pero si tienes un despiste y causas una muerte en la carretera, tienes que responsabilizarte por ello". De este modo, Domínguez se reafirmaba en sus palabras publicadas hace unas semanas en redes sociales en las que expresaba su angustia.
Que la Cima Estela Domínguez, a partir de ahora irá asociada al puerto más alto de cada edición, sirva para que logremos más concienciación sobre los peligros que existen en el tráfico para los ciclistas y que la ley vuelva a reformarse endureciendo las penas a los homicidas en la carretera. Para ello, sin embargo, es necesaria una movilización constante, una misión que no debería recaer solamente en las víctimas.
Imagen de cabecera: Charly López / Unipublic