La campaña de clásicas es el periodo que concentra la mayoría de los Monumentos en nuestro deporte. Romanticismo, tradición y espectáculo terminan emocionándonos cada fin de semana durante la primavera, la estación del año que el ciclismo usa como metáfora para dar comienzo a la nueva temporada. En mi caso, sin embargo, siempre miro al pasado y con cierta nostalgia cuando se acercan pruebas como el Tour de Flandes.
En el fondo, competir como ciclista en el mismo escenario en el que se ha construido la historia de este deporte te obliga a mirar a otros años y darte cuenta de que la esencia sigue siendo la misma. En mi época en el Fassa Bortolo, afrontar Il Nord significaba desplazarse durante ese tiempo a Kortrijk, en el Flandes Occidental, y convivir con el equipo más allá de los días de competición. Entre carrera y carrera las salidas en bici eran por el canal, recorríamos el centro de la ciudad antes de la cena y nos reuníamos en el hall del Parkhotel de Kortrijk antes de ir a dormir. El quality time al que nos referimos hoy en día cuando por fin conseguimos desconectar mientras pasamos un buen rato con amigos era por entonces lo cotidiano.
Relacionado – Tour de Flandes 2024: previa, recorrido y favoritos
Relacionado – Suscríbete a VOLATA, tu revista de cultura ciclista
Fabian Cancellara y Pippo Pozzato, ataviados con la equipación del Fassa Bortolo de la temporada 2004
Frank Vandenbroucke al volante durante una sesión de reconocimiento en coche por Flandes, ante un cartel con una caricatura suya
Tampoco nos cortábamos a la hora de hacer un reconocimiento de los tramos en coche si nos daba pereza hacerlos en bici; al final era un ejercicio de visualización y de análisis de escenarios posibles más que de medios y comunicación. Previo al Tour de Flandes, a VDB —pronunciado "vidibi"— le encantaba tomar el volante, deslizarse con el Fiat Marea sobre el Kwaremont e ilustrar que, efectivamente, un error en la parte final era difícil de corregir por muy depurada que tuviese la técnica del contravolante…
Esa bajada tras el Patterberg y antes del brutal Koppenberg era el sitio perfecto para anticiparse a la zona más complicada de la carrera, comentaba con una sonrisa mientras Pippo y Cance acomodaban sus amplias caderas en la estrechez de los asientos traseros del Fiat.
Relacionado – Los cinco muros más populares del Tour de Flandes
Relacionado – VOLATA#32: para que las clásicas duren más de un día
Años más tarde y estando ya en equipos diferentes, siempre salía una pregunta habitual entre los ex-compañeros cuando nos reencontrábamos en carrera; nos interesábamos por la ciudad y el hotel en el que dormíamos. Si alguno de nosotros había vuelto al Park Hotel solía vacilar con que le había tocado la habitación de la esquina frente a la estación de trenes, la que disponía de dos camas más amplias y espacio para acomodarte tranquilamente.
Despertares en Flandes. Frank Vandenbroucke es immortalizado por el objetivo de la cámara de Juan Antonio Flecha en la habitación del Parkhotel Kortrijk, entre Oudenaarde —final del Tour de Flandes— y Roubaix. Era la época de los primeros móviles Nokia.
Massimo Codol, uno de los veteranos de aquel Fassa Bortolo, habla en el corrillo matinal ante Vandenbroucke y el luxemburgués Kim Kirchen los días de 'impasse' entre La Flecha Valona y la Lieja-Bastoña-Lieja
Eso significaba que habías obtenido los galones del equipo para liderarlo en Flandes y Roubaix. Si, por el contrario, explicabas que tu hotel estaba en las afueras de Gante, en medio de una zona industrial, mostrabas que esos días entre las carreras estaban vacíos y alejados de tu casa a la que solo pensabas en volver lo antes posible.
Hoy en día me gusta seguir las Clásicas desde casa y al hacerlo siempre miro para atrás, a los años en el Fassa Bortolo, y veo cómo el Park Hotel se convertía en nuestras casas y pasábamos grandes momentos con los compañeros de equipo. Esencialmente, durante estas carreras el objetivo sigue siendo el mismo: disfrutarlas.
*Descubre más fotografías inéditas en VOLATA#32