Combativo, inflexible y versátil, dotado de una velocidad destructora en el tramo final de las carreras. Disfrutó de la adulación de un público italiano ansioso por volver a una especie de normalidad tras una época sombría y devastadora como fue la Primera Guerra Mundial. Esa definición corresponde a la figura de Costante Girardengo, el primer gran ciclista surgido de Italia. A veces olvidado. La habitual sonrisa reflejada en su rostro es inusual. No es la mirada fija y unánime que normalmente se asocia con las fotografías en blanco y negro de los ciclistas de la "época heroica". Se trata de una expresión totalmente diferente. Una expresión que desprende confianza en sí mismo, incluso diversión.
Nacido en el seno de una familia pobre, cerca de la ciudad de Novi Ligure, en la provincia italiana de Piamonte —las mismas colinas que verían nacer a Fausto Coppi un par de décadas después—, dejó atrás la vida rural para acabar convirtiéndose en el que puede ser catalogado como Il Campeonissimo original, y uno de los ciclistas más importantes de su generación.
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El 14 de abril de 1918, mientras Europa trataba de aproximarse lentamente hacia la paz, Girardengo ganó el primero de sus seis títulos en la Milán-San Remo. Y lo hizo tras protagonizar una escapada en solitario que comenzó, antes incluso, de iniciar la ascensión del Passo del Turchino. Esas seis victorias fueron un récord que se mantuvo vigente durante casi sesenta años, pues nadie fue capaz ni siquiera de acercarse hasta la llegada de Eddy Merckx. El Caníbal desbancó a Girardengo en 1976, cuando logró su séptimo triunfo en las calles de San Remo.
Pocas veces un corredor ha estado tan indeleblemente ligado a una carrera como Girardengo a la Milán-San Remo. Hizo once podios.
Precozmente talentoso, el potencial de Girardengo era evidente desde 1913, el año en que ganó el primero de sus nueve campeonatos italianos —de forma consecutiva— y compitió en su primer Giro de Italia con tan solo 20 años. En la temporada siguiente, además, se impuso en la etapa más larga de aquella sexta edición de la corsa rosa: 430 kilómetros entre Lucca y Roma. Precisamente, ese año 1914 hizo su única aparición en el Tour de Francia, donde abandonó en la sexta etapa.
Siempre fue un ciclista estrechamente ligado a sus raíces italianas, por lo que no es de extrañar que La Classicissima esté tan bien tejida en el palmarés de Girardengo. El recorrido siempre se ha mantenido estable, con pequeñas modificaciones, pero sobre la base de la región del Piamonte, atravesando su ciudad natal, y con el Passo del Turchino como testigo del trasvase hacia la relativa calidez de la costa de Liguria. El propio Girardengo admitía escuchar los ánimos de sus hijos en Novi Ligure. No les decepcionó.
La ventaja de ser local fue un aliciente más para Girardengo. Pero otra de sus bazas principales era la asociación con el célebre entrenador Biagio Cavanna. Una figura vital en la carrera de Fausto Coppi, pero cuyo primer protegido fue un joven Costante Girardengo. Perfeccionó su talento, afinó la preparación, su entrenamiento y sus tácticas, guiándolo en sus victorias.
Por último, está el simple detalle de que el recorrido de Milán-San Remo ofrecía el campo de batalla perfecto para que Girardengo diera rienda suelta a su potencial. En una llegada masiva, pocos podían igualar su velocidad. Se trataba de un ciclista pequeño de estatura —algunos le apodaban el conejo de Novi— pero inmensamente poderoso, capaz de resistir y no perder el contacto con los grandes escaladores de la época.
Constante Girardengo tras ganar el GP Wolber en 1924. Antes de la introducción de los Campeonatos del Mundo en 1927, el GP Wolber se consideraba el Mundial no oficial, disputado por un selecto grupo de corredores europeos. Foto: BnF/Agence Rol
Su capacidad versátil se refleja en un palmarés que cuenta con treinta victorias de etapa en el Giro d'Italia, además de dos generales, nueve títulos de campeón de Italia y numerosos triunfos en las clásicas, incluidas tres victorias en el Giro de Lombardía. Sin duda, un testimonio de que Girardengo podía ser un peligro en cualquier terreno. Sin embargo, su relación era especial con las escuetas y onduladas subidas de la Milán-San Remo. Si alguno de sus rivales podía permanecer junto a él sería víctima de su sonrisa adornando las portadas de La Gazzetta dello Sport.
Aunque su victoria en la Milán-San Remo de 1918 impulsó la figura de Girardengo entre la conciencia pública, la consolidación absoluta se produjo tras dominar el Giro de Italia de 1919 de forma incontestable. Fue líder desde la primera etapa hasta la última (en aquella séptima edición se disputaron diez jornadas) y se impuso en siete etapas. El significado de esa victoria es aún más loable teniendo en cuenta que Girardengo sufrió consecuencias muy severas durante la epidemia de gripe española que arrasó Europa en la parte final de la guerra. Muchos, incluso el propio Edoardo Bianchi, dudaban de que pudiera volver a competir al más alto nivel.
Consiguió repetir la hazaña en 1923, cuando a la victoria en la maglia rosa, por tan solo 37 segundos sobre Giovanni Brunero, sumó un total de ocho triunfos parciales. Tan solo dos años más tarde volvió a gozar de su última oportunidad de conseguir la victoria en el Giro. Pero entonces, justo cuando los poderes de Girardengo empezaban a disminuir, el ciclismo italiano fue testigo de la aparición de Alfredo Binda, quien se llevó la primera de sus cinco victorias en la corsa rosa. El joven aspirante destinado a asumir el mando del Campionissimo.
Precisamente, el último gran triunfo de Girardengo, el que completaba las seis victorias en la Milán-San Remo, fue ante un complaciente Alfredo Boinda en una jornada con condiciones atroces. Posiblemente, su mejor triunfo en la Classicissima di Primavera. Siguió compitiendo hasta mediados de la década de 1930 y, una vez retirado, lanzó su propia marca de bicicletas e incluso una serie de motocicletas con su nombre.
El ciclismo se convirtió en un deporte cada vez más lucrativo en los años de la posguerra, con generosos premios para los principales corredores. Atraído por los premios y el dinero de las presentaciones, Girardengo compitió en los velódromos de París, Alemania e incluso Nueva York (Fotografía: Imagen: BnF/ Agence Rol)
Su presencia se mantuvo omnipresente en la escena del ciclismo hasta su muerte en 1978. Fue director de diferentes escuadras nacionales, como en el equipo italiano con el que Gino Bartali consiguió una rotunda victoria en el Tour de Francia de 1938.
Al repasar su extensa carrera puede surgir la pregunta de si podría haber igualado, o incluso superado, las siete victorias de Merckx en la Milán-San Remo. Especialmente, cuando ahondando en la investigación descubres que en 1922, mientras disputaba una llegada al sprint con Giovanni Brunero, ambos chocaron con un espectador y fue su rival, en este caso Brunero, el primero en volver a montar en la bicicleta y cruzar la meta.
O cuando fue descalificado en 1915 después de llegar el primero a la línea de meta por tomar una ruta equivocada. Girardengo siempre se mantuvo firme en que era una injusticia, argumentando que su margen de victoria superaba el beneficio de tiempo ganado por su atajo inadvertido. "¡Es un escándalo!", manifestó ante la prensa. Pero incluso un gran Campionissimo debe respetar las reglas.