El estreno del Tour de Francia, siempre se destaca desde el pelotón, trae consigo una tensión sin igual. La mejor carrera del mundo junta a los corredores más en forma del planeta en un escaparate que puede cambiar sus carreras, con el peligro que ello conlleva en los días de estreno, donde las aspiraciones de todo el mundo siguen intactas. Las caídas del primer día fueron testigos de cruel puede ser el ciclismo, tanto para ciclistas experimentados con ganas de volver a mostrar de lo que son capaces como para jóvenes ilusionados con sus debuts.
Uno de los estrenos que no lo parecen es el de Mathieu Van der Poel, que a pesar de ser uno de los mayores iconos del ciclismo contemporáneo no sabía lo que era correr el Tour de Francia, ni siquiera una gran vuelta. Un día después de vestir el celebrado maillot que emulaba el Mercier de su abuelo Raymond Poulidor, el holandés demostró porqué es una estrella mundial con un dominio insultante en el Mûr-de-Bretagne, donde puso de manifiesto una ambición de las que muchas veces se echa en falta, moviéndose también en el paso anterior en busca de bonificaciones porque sabía que era su "única opción de conseguir el amarillo", que lloró en recuerdo del desaparecido Pou pou.
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Tras acabar la primera etapa, un aspirante de la talla Primož Roglič bromeaba diciendo que una caída en el primer día acaba trayendo suerte.
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— Team Jumbo-Visma cycling (@JumboVismaRoad) June 27, 2021
"When you crash on the first stage, it's always good luck" 😅🍀 - @rogla pic.twitter.com/VVr4FgdS6o
Y es que el Tour de Francia siempre se estrena con drama, tanto para lo malo como para lo espectacular. Saber exprimir cada oportunidad y darle la vuelta a las adversidades es lo que permite que, entre las 184 ilusiones que tomaban la salida el sábado en Brest, sean nombres como los de Van der Poel los que abren nuevos capítulos en los libros de historia.
Foto cabecera: Alpecin-Fenix