En el fondo de un salón privado de un hotel de Pau, perdido en el centro de una gran mesa, Nairo Quintana desayuna. Su mirada está bloqueada en un punto muerto. A su lado, el francés Elie Gesbert y el británico Connor Swift, los dos únicos compañeros de equipo que le quedan al colombiano. El Arkéa Samsic no ha ganado ninguna etapa y aunque ha soñado con el maillot de lunares de la montaña, a duras penas podrá completar este Tour. En el mismo hotel se aloja el Lotto Soudal. Los belgas tampoco han ganado nada y son últimos en la clasificación por equipos. Les quedan solo cuatro corredores en carrera.
A estas alturas de Tour es normal que los equipos estén agotados, que los auxiliares acumulen más horas de sueño que de ilusión y que algunos corredores se hayan retirado. Esta edición, sin embargo, está siendo más dura de lo normal para algunos. En los salones de este hotel de Pau, situado justo al lado de una de las salidas de la interminable autopista E-80, apenas hay ciclistas y en el parking, junto a los camiones, casi no hay bicicletas.
Los cuatro corredores del Lotto-Soudal en la salida de la etapa de Muret (imagen: ASO)
Hay tan poco trabajo que los dos equipos han mandado para casa a parte de sus auxiliares. Por no haber, es difícil encontrar ambiciones. Los jefes de prensa de los dos equipos siguen corriendo de aquí para allá para ofrecer material, los mecánicos mantienen el material impoluto y los soigneurs y masajistas, cumplen con su parte del trato. Pero, ¿qué hay por ofrecer?
Este abatimiento parece que ha atacado a uno de los ciclistas más ilustres del pelotón, Thomas de Gendt. Irreconocible, en este Tour apenas se le ha visto e incluso ha manifestado que “el año que viene, mejor que otro ocupe mi lugar”. Sabe que es el hombre a marcar en las fugas y, por eso, es más difíciles coger la escapada. Lamenta que la velocidad media sea más alta: “no puedo cambiar de ritmo e irme, apenas me da para aguantar en el grupo” y se plantea muy seriamente su futuro profesional. En su entorno reconocen que le quedan pocas ganas.
Nairo Quintana durante el transcurso de la etapa 17 con final en Col du Portet (Imagen: Tim de Waele / Getty)
Tampoco ha brillado su compañero Philippe Gilbert ni Caleb Ewan, de los primeros en retirarse y que se veía con muchas opciones en esta edición, tantas que no contaba con Cavendish cómo uno de sus rivales reales.
El Tour de Francia es cíclico y a los malos momentos les siguen otros de mejores para volver a bajar. Este conocimiento, sin embargo, solo lo da la experiencia. El numeroso cuerpo técnico y de auxiliares que les queda al Lotto bien lo sabe y riega con cerveza las noches después de cada batalla. Aunque no haya éxitos para celebrar. Aunque sea duro. Aunque mañana solo suban cuatro corredores en el lujoso autobús del equipo.
O peor aún. Aunque no haya mucho que decir: la soledad de Nairo Quintana, absorto en sus pensamientos, sin casi nadie con quién hablar. En el Tour ganan pocos y son eslovenos. La mayoría pierde.
Imagen cabecera: Pauline Ballet / ASO