¿Cuál ha sido tu background como ilustrador?
Me formé como diseñador gráfico y estuve muchos años trabajando para periódicos y editoriales de libros y revistas en papel. En la ilustración comencé tarde, hice un curso con veintiocho años y empecé a vivir exclusivamente de ilustrar a los treinta y seis. Siempre me gustó dibujar y consumir imágenes de todo tipo, crecí con las ilustraciones de José Ramón Sanchez, los libros de Barco de Vapor, las historietas del Súper Humor, las películas de los ochenta y los videojuegos en 8 bits. Me siguen inspirando imágenes muy similares a las que me gustaban entonces y he añadido referentes entre los que se encuentran no solo personas del mundo de la ilustración como Tommi Ungerer, Lionel Kalish, Raymond Savignac, Manuel Marsol o Violeta Lópiz; también hay trabajadores de la pintura como David Hockney, Nicolas Party o Danny Fox, entre muchos otros creadores que me inspiran a diario.
Las ilustraciones de este libro tienen un trazo muy manual y expresivo. ¿Qué técnicas has usado?
Suelo subordinarme al relato, es decir, elijo la técnica apropiada para cada proyecto, en el caso de El secreto de Gino Bartali es un recuerdo lejano y en esa distancia las imágenes no son nítidas, por ello empleo la técnica del carboncillo para los negros y la de la monotipia para los rosas, porque ambas me permiten realizar unas ilustraciones difuminadas con toda la intención de evocar otra época.
Tus anteriores trabajos se caracterizan por una paleta de colores vibrante y variada pero en esta ocasión la has limitado a solo dos colores. ¿A qué se debe?
Al principio pensé en utilizar muchos colores pero en cuanto empecé a documentarme y vi que todas las imágenes de la época eran en blanco y negro, decidí cambiar de opinión y limitar la paleta. Además, recordé el rosa de La Gazzetta dello Sport y su vinculación con el Giro de Italia, por lo que si hablaba de ciclismo italiano tenía que utilizar el rosa. Tenía coherencia también con la historia de Bartali, llena de contrastes: guerra y paz, fascismo y libertad, enemigos y amigos, tabaco y deporte.
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El guión y los textos del libro también son tuyos. ¿Cómo ha sido esta experiencia?
Para mí lo más difícil de hacer el libro ha sido escribirlo. No tengo mucha experiencia en redactar textos, aunque lo disfruto mucho. Uní ciertos momentos de la vida de Gino Bartali de manera que tuviera sentido y ritmo narrativo. Reescribí el texto, sin exagerar, cien veces. Por último, me inventé dos narradores que son los que cuentan la historia para deshacerme de toda responsabilidad. Ahora lo leo y me siento orgulloso.
¿Te has basado en alguna narración o imágenes de la época?
He leído varios libros sobre la vida de Bartali, artículos periodísticos de la época y visualizado todas las fotografías y documentales que he podido para nutrirme bien e intentar contar el relato de una manera diferente. En El secreto de Gino Bartali hay dibujos copiados de fotografías tal cual se tomaron en la época, alguno cambiando algo con la intención de evocar un recuerdo confuso y también imágenes de las que no hay referentes y hay que hacer uso de la imaginación.
¿Qué es lo que te atrajo de la figura de Gino Bartali?
Es fascinante como persona, deportista y personaje. Es uno de los mejores ciclistas de la historia a pesar de haber coincidido con la Segunda Guerra Mundial y el fascismo de Benito Mussolini. Fue un hombre rudo en apariencia y de gran nobleza por dentro, esos contrastes me gustan.
Ya trabajaste temática ciclista en tu serie de láminas Epic Cycling ¿Qué es lo que te inspira del mundo del ciclismo?
Hay varios factores fundamentales que componen mi atracción por este deporte desde una perspectiva artística. Para mí el ciclismo es un deporte tremendamente estético, desde los paisajes hasta los movimientos que dibuja el pelotón. También tiene un componente físico, casi mágico, esa sensación tan agradable e incomparable que tiene montar en bicicleta. Y por último está la parte emocional, mi abuelo fue ciclista profesional en los cincuenta y yo nunca llegué a conocerlo. Tal vez esas preguntas sin respuesta que deja su ausencia es lo que me empuja a dibujar ciclistas.
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Ilustraciones de las láminas 'Epic Cycling', de Kike Ibáñez
¿Practicas ciclismo? ¿Cual es tu ruta favorita?
Me muevo a diario por la ciudad de Madrid en una Peugeot de los años ochenta y me gusta mucho hacer salidas por la sierra, para esto último tenía una bicicleta más moderna pero la tuve que vender. Hay una ruta que va desde el centro de Madrid hacia el norte, pasas por Colmenar Viejo, llegas a Miraflores de la Sierra y desde ahí subes el puerto de Canencia. Es una salida bastante típica que he hecho varias veces, pero una de ellas fue especial. Mis amigos y yo paramos a descansar y nos encontramos con un cámara de televisión que nos dijo que por la otra vertiente estaba subiendo un pentacampeón del Tour. Al principio no lo creíamos, hasta que vimos llegar con nuestros propios ojos a Miguel Indurain. El navarro estuvo charlando un rato con nosotros y nos hicimos una foto.
¿Estás trabajando en más proyectos relacionados con el ciclismo?
Sí, estoy trabajando en algo muy ambicioso, un proyecto artístico llamado bIZI. Una futura exposición en la que a través de pinturas de gran formato, instalaciones interactivas y objetos creados por mí o en los que intervengo pretendo compartir esa belleza natural que tiene la bicicleta. De momento está en una fase muy inicial, en unas semanas empezaré a mover el proyecto en busca de financiación. El arte y el ciclismo tienen varias cosas en común, una de ellas es que ambos necesitan un patrocinador.