Siete años después de su retirada, Juan Antonio Flecha Giannoni (Junín, Argentina, 1978) reconoce que el gusanillo por la bici le ha vuelto con mucha fuerza. Últimamente es frecuente verle salir con su grupeto por carreteras conocidas, descubriendo nuevas rutas urbanas y silvestres por Londres —de dónde es originaria su mujer— y también lanzándose con fuerza a la aventura del gravel en largas jornadas con un círculo selecto de amigos. La vida ciclista de Flecha, y su pasión por el surf, son visibles gracias a su constante actividad en las redes sociales donde el ex de iBanesto, Fassa Bortolo, Rabobank, Sky y Vacansoleil, muestra su evolución en la realización y producción audiovisual. Flecha vive el ciclismo y, gracias a su trayectoria, su análisis del pelotón actual nos da pistas de por dónde irá la competición. En VOLATA repasamos la historia de una de las voces más respetadas.
Vives entre Londres, de donde es tu mujer, y Castelldefels. ¿Eso de no estar mucho tiempo en el mismo sitio viene en los genes o es que el ciclismo te ha hecho así?
Ahora estoy mucho más en casa que cuando corría. O, por lo menos, lo disfruto mucho más. La vida del corredor es muy sacrificada y te obliga a pasar mucho tiempo entrenando o incluso, cuando estás en casa, a estar descansando de manera obligada, lo que no te deja hacer una vida muy casera en lo social. La casa, el hogar, no es solo lo físico sino también tu entorno personal, y esto, como corredor cuesta mucho de equilibrar, ya que vas con un ritmo muy diferente al de los colegas o la familia, y te vas alejando. Ahora sigo moviéndome porque, además, a mi mujer le gusta viajar, pero cuando vuelves a casa vuelves de verdad. Esto lo llevo mucho mejor que cuando estaba en activo.
El contraste entre la tranquilidad y la playa de Castelldefels con el ajetreo de Londres, ¿cómo se lleva?
No subestimes Londres, que es un pueblo grande.
¡Ah!
Puedes salir y, en nuestro caso, ya que estamos en la zona norte, cerca de Camden, el ciclismo se practica de otra manera. En media hora puedes salir de la ciudad, y esa media hora no es igual que en Barcelona. El ir en bici allí me distrae mucho más que aquí. Puedes hacer rutas dentro de la ciudad con algún repecho, con parques… Y lo disfrutas. Pero claro, no es el mismo ciclismo que aquí, en el que tienes la carretera en la puerta de casa. Aquí tengo la costa, el Ratpenat, Begues, el paseo marítimo… Es un entorno mucho más adecuado para el ciclista que el de Londres. Pero bueno, allí tienen una comunidad muy fuerte, con mucha gente que practica el ciclismo y en la ciudad se promueve mucho el uso de la bicicleta.
¿Sí? ¿Está cambiando esto con la situación actual?
La gente coge la bici porque es una alternativa muy buena al transporte público, que está muy saturado y el precio es alto. Veo cómo la gente cruza toda la ciudad, con una mochila y con la ropa de ciclista, y tienen facilidades para cambiarse cuando llegan al trabajo. Muchas empresas, incluso ahora, con el confinamiento, lo promueven. El gobierno y el ayuntamiento también promueven y subvencionan que la gente coja la bici y no el transporte público. La “mentalidad pro ciclismo” que tienen allí me parece buenísima, y para mí es un referente y un ejemplo.
Pues sí…
Que después, y hay que decirlo, contrasta con otras cosas. En según qué líneas de tren, con un sistema ferroviario que está mucho más privatizado que aquí, si vas en bici tienes que reservar tu plaza y pagarla. Pero, en lo cultural, los ingleses son diferentes. En lo tocante a las clases sociales, hay mucha gente con dinero que compran el billete de tren en primera clase. No se plantean ir en segunda. Aquí, en los Cercanías o los Regionales, todo el mundo va junto, y no se sacrifica espacio para hacer esta diferencia. En una parte de la sociedad el clasismo está muy arraigado, con lo que yo no estoy nada de acuerdo. Que por el hecho de poder pagar más puedas viajar con mejores condiciones que el resto y que, además, le restes espacio a las bicicletas u otro material deportivo, no me parece bien. Y ya te digo, contrasta con esa otra mentalidad de promover el uso de la bicicleta, modificar las calles… En ese sentido, la parte norte es más tranquila que el centro o el sur, que es más posh. ¡Va por barrios!
Te has integrado mucho en la cultura inglesa. ¿Fichar por el Sky te cambió como persona?
Sí. Fue más que un cambio de equipo, porque descubrí a los ingleses. Nunca antes había estado tan cerca de su cultura y desde el primer día lo vi. Yo venía del Rabobank, en el que existía un favoritismo muy claro hacia el corredor holandés en lo tocante a privilegios y prioridades, al trato mediático… Y en el Sky, donde tenían la misión de ganar el Tour con un inglés, desde el primer día Dave [Brailsford] dijo que “no hay nadie que esté aquí por su pasaporte”. Esto en la primera reunión, y a mí me impactó. Realmente era así. Y eso que el equipo venía impulsado por British Cycling y había muchos intereses, pero querían dejar muy claro que no por ser inglés pasabas por delante de otro.
Y lo mantienen.
Sí, sí. Han fichado colombianos y al jefe de filas colombiano le han construido un equipo a su medida, con fisioterapeutas y mecánicos cercanos a él. Incluso a mí, al principio, y eso me enfrentó un poco con Dave, ya que me dijeron que era responsable de que aquellos señores aprendieran inglés y lo entendieran todo. Mi trabajo no era el de traductor, pero sí entendí que la idea del equipo estaba muy clara. Su objetivo era llevar a un inglés de amarillo a París pero, por encima de todo, que cualquier corredor del equipo fuera lo mejor posible. Su visión era esta, y yo entré ahí y tenía que llegar a ser el mejor Flecha, fuera o no fuera inglés. Eso yo no lo había vivido antes. Lo analizas todo y ves que se trata de una cultura que quiso conquistar el mundo en su momento, pero que también es capaz de dar la bienvenida a todos. Y eso yo lo he vivido a través del equipo, y por eso siento tanto respeto hacia los ingleses. Choco con ellos en algunas cosas, pero me gusta como son. Son muy honestos, pero de una forma distinta a los holandeses. Son mucho más polite. El holandés quizá se deja llevar más por la emoción la primera vez, eso de que “si piensas algo lo tienes que decir. Y si lo has dicho ya estás liberado”. Bueno, pero no es así. Los ingleses te lo dicen todo, pero son mucho más empáticos a la hora de calibrar la reacción de la otra parte. A mí me gusta esta forma de ser. Y al llegar al Sky lo descubrí, ya no sólo como ciclista, sino que también se ganaron mi respeto como cultura.
Tú venías de un gigante como el Rabobank y, si bien es cierto que el Sky apareció con toda la opulencia del mundo, no dejaba de ser un equipo y una estructura nuevos. ¿Cómo recuerdas el fichaje por el Sky?
Con mucha incertidumbre al principio, porque era un equipo nuevo y tenía dudas. Sí que había oído hablar del proyecto ya un par de años antes, y cuando me hicieron llegar la oferta, gente de Rabobank me decía, “ah, ¿te vas ahí? Dicen que financieramente no están tan bien, eso no funcionará…”. Y claro, te entraban dudas porque ya sabes que en el mundo del ciclismo es muy difícil encontrar estabilidad. Tenía este miedo. Me acuerdo de que me pasaba a mí y a [Matthew] Haymann que también estaba en Rabobank, y lo comentábamos mucho por teléfono. “¿Qué hacemos, vamos o no? ¿Será una buena oportunidad?”. Y al final fuimos los dos. Y sí sé que yo fui el primer corredor en firmar contrato con el Sky, aunque en ese momento Dave no me lo dijo. Yo tenía muchas ganas de empezar algo nuevo y lo poco que hablamos antes de firmar, me gustó mucho.
Flecha y Rigoberto Urán durante el Giro de 2012 (Foto: Kristof Ramon)
¿No te intentó persuadir con algún caramelillo, Brailsford? Con algún titular del tipo de “vente que vamos a ganar el Tour con Bradley Wiggins”…
No, no. Incluso tengo la anécdota del fichaje de Wiggins que te cuento porque me parece muy significativa. En la primera concentración del equipo, en noviembre, todavía se estaba negociando su fichaje, y cuando le preguntaba a Dave si Wiggo estaría en el equipo, él siempre decía “es una posibilidad”, sin desvelar nada más. Cuando llegamos nos entregaron un welcome pack con un ordenador y un teléfono…
Que en ese momento suponía toda una novedad.
No lo hacía nadie, cierto.
Disculpa. Hablabas de Wiggins…
Y en el teléfono había ya grabada una agenda con los contactos del equipo, porque ellos querían que la comunicación entre todos fuera fluida, con mucha transparencia y con un sentimiento de grupo fuerte desde el primer día. Daban mucha importancia a la comunicación interna y las herramientas que nos dieron fueron un iPhone y un MacBook para trabajar conectados, utilizar el Dropbox… Bueno, detalles que eran totalmente nuevos en el mundo del ciclismo. Además, me acuerdo de que a ellos el entorno Mac les tenía fascinados, pero como había mucha gente que venía de Windows, tenían especialistas informáticos para facilitar la comunicación entre todos. Bueno, la cosa es que en el listado de los contactos estaban todos: corredores, mecánicos… y había un número de teléfono sin el nombre, etiquetado como Rider (corredor), y yo pensé que faltaba alguien y por eso le mandé un mensaje. A Wiggins le había apodado de hacía tiempo John Lennon por su aspecto, con esas patillas largas. Y en el mensaje le escribí: “¿Eres John Lennon?” Y me respondió “¿Por qué?”. Y ya supe que era él. Todavía no estaba en la concentración, pero quería formar parte del equipo, y por eso, de alguna forma, estaba conectado ya con todos. El día en que fichó me llamó, “¡eh!, que soy John Lennon y acabo de firmar….”.
* Más anécdotas sobre Wiggins, la relación con Cavendish y su salida del Sky, su relación de amor con las grandes clásicas y una reflexión profunda sobre el ciclismo en la entrevista completa que podéis leer en VOLATA#23.